Lo que acontece en Venezuela, parece que no fuera de este mundo, es algo etéreo que
escapa nuestro simple entendimiento, hace 45 años que vine por primera ocasión
a este amable país, me impresiono su ritmo y nivel de vida, andando el tiempo
su efervescencia exploto como las burbujas y con mis propias retinas vi cómo se
desvanecía y evaporaba toda aquella parafernalia creada al compás del
fantasioso oro negro, que lleno de frenética ilusión a todos sus habitantes,
acuñando la trillada y manoseada frase “éramos ricos y no lo sabíamos “ esta consigna aunque en los últimos tiempos quería demostrar un nivel económico optimo,
solo servía para hacer creer un inexistente realidad, ya que estaba muy lejos
de ser verdad, porque cuando hubo riqueza toda se dilapido en proselitismo
político y se dejó a la deriva y al vaivén de las circunstancias la suerte del
país y sus habitantes.
Pase en San Antonio del Táchira y Rubio mes y medio, siendo
testigo impotente del éxodo que en la frontera con Colombia se vive en estos tiempos,
allí desde las primeras horas de la mañana todos los días se hacen grandes
grupos de personas que desean pasar el puente internacional Simón Bolívar,
muchos van al lugar que se llama la
parada a hacerse de provisiones, pero grandes cantidades vienen con las valijas
hechas porque lo que desean es emigrar, cuando se para el vehículo al frente
del cementerio, lo primero que se escucha es la voz de los intermediarios que
ofrecen conseguir el carnet migratorio, requisito indispensable para que todo
venezolano o de nacionalidad diferente a la colombiana necesita para poder
cruzar la anhelada línea divisoria de los dos países hermanos. Documento que
solo sirve para enriquecer a los especuladores dueños de los cybers, por
cuanto cobran hasta bs15.000=, por
hacerlo. Tal vez el gobierno colombiano ideo una manera de control, pero no previno la llamada viveza criolla que todo
lo convierten en especulación y vil robo, algo que solo alcanzaría el costo de
la copia de una cédula, se transforma en miles de bolívares para los
depauperados bolsillos de los transeúntes.
Antes de control
colombiano esta la guardia revolucionaria de pueblo venezolano
ejerciendo una rigurosa pesquisa a
propios y extraños, vasta con solo llevar algún maletín, caja o maleta un poco
voluminosa y es objeto de la requisa al menos de tres alcabalas de la abnegada revolución en un
trayecto de uso 100 metros que tasan en
miles de bolívares el coste, para poder continuar la travesía.
Quise probar y comprobar cómo funcionaba y me lleve unos
cuantos kilos de aguacate, en la primera alcabala dos connotados funcionarios
se apoderaron de unos cuantos, en la segunda me mandaron a una carpa a pagar
bs5.000= y cuando le advertí al respetado guardia que ya había pagado en el
primer reten, su respuesta fue
esplendida: allá es una cosa y aquí es otra, agregando vaya a la carpa que está
al frente y pague, sin poder defenderme , me dirigí al lugar y allí encontré
dos atareadas feligreses, recibiendo y contando dinero y dando un tique como
factura que hay que entregarle al honorable guardia, que lleva dentro de un
circulo el número que indica el monto de la operación, que procedió a guardarlo
con diligencia en sus bolsillos abombados de tanto tique.
De venida también hay un buen control y los carretilleros
cuando la mercancía pasa ciertos limites le dicen al dueño no se preocupe, yo
me encargo, aquí todos son comelones (eufemismo que significa todos son
sobornables). Tremenda raya, pero como dice el refrán popular: “que es una raya
más para el tigre.” Después esta peracal,
los colectores recogen de los que
llevan bultos y varias bolsas, el dinero para pagar la vacuna y no hay problema
todo está arreglado.
De todo lo que más me llamo la atención es cuando cierran la
frontera a los peatones, sin tapujos de ninguna naturaleza comienza un desfile
de gandolas del más alto tonelaje, ¿que llevan? lo ignoro, pero vacías no van.
Si Ud. Mi querido amigo no cree esta
historia dese un paseíto por el lugar y me aprueba o desaprueba.
Cuando la corrupción es el modelo imperante de los gobiernos,
la destrucción de las instituciones es el resultado y el hambre y la miseria la
consecuencia de tan aberrante práctica.
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario