Dios es el autor de la vida, el pecado el que ocasiona la
muerte y el ser humano el que permite que el reino de tinieblas prevalezca.
¿Dónde está Satanás
en este asunto? Él es el incitador, siempre su rol ha sido ofrecer y prometer,
de su fórmula es que los políticos de oficio se han copiado y han obtenido sus
grandes resultados.
Nos damos cuenta de la diferencia entre las promesas de Dios
al hombre, solo con observar el detalle que el Sumo Creador nunca hace un
ofrecimiento sin hacer una demanda, por cuanto hace participe directo al ser
humano para que reciba la dádiva, esto es imprescindible conociendo la tendencia perniciosa del hombre, quien
siempre quiere recibir beneficios sin hacer aportes de ninguna naturaleza.
Esta flaqueza humana la explotan con creses los poderes
satánicos y todos los seguidores de sus pretensiones, magnificadas y llevadas a
los limites por los políticos, que como buenos socios de la maldad, ofrecen
toda clase de beneficios sin ninguna responsabilidad para su obtención.
Por esa causa es que tienen tanto éxito los propulsores de
la filosofía del merecimiento, le hacen creer a los individuos que son
merecedores de todo lo fácil, lo bueno y sin costo de ninguna naturaleza,
cuando siendo realistas entendemos que lo fácil es espurio, y lo bueno tiene
altísimos costos.
El camino al éxito está rodeado de dificultades y lo bueno
nunca está exento de obstáculos.
Quien no tiene que ganar batallas para las conquistas, no es
merecedor del éxito, la osadía no es sinónimo de temeridad, porque ella delinea
una acción con propósito, mientras que la otra marca el ímpetu desbordado sin
medir las consecuencias.
Quien quiera conquistar la cumbre tiene que subir los
escalones, jamás podrá hacerlo anhelando, sin acometer la difícil tarea de
escalar. Aunque nos encontraremos con muchos al pie de la montaña esperando que otros los lleven, sin pagar el precio que
demanda la escarpada cima y es justo allí donde aparecen los promeseros que desean recibir el apoyo para sus pretensiones.
Si Ud. me elige, le mandare un helicóptero, para que lo
lleve a lo más alto sin que tenga que hacer ningún esfuerzo ¿Cuál es el
resultado? El promesero es puesto en el lugar que quería y al flojo le salen raíces
a esperando que se cumpla la promesa.
Toda promesa que no te demande cambios y esfuerzo, no está
establecida en la verdad, por lo cual nunca se cumplirá.
Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. Lo
sentencia la Palabra de Dios (Eclesiastés 5:5)
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo