Nadie
es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una
parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa
queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos,
o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy
ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan
las campanas: doblan por ti. John Donne, Devotions Upon Emergent Occasions.
Lo
vimos crecer era el segundo de una familia prolija y fuera de contexto en
nuestros tiempos compuesta por siete vástagos y sus padres, tal vez por lo
numerosa nunca se le celebro un cumpleaños, jamás vimos a sus amigos compartir
con el, alguna fecha especial, no fuimos testigos de regocijo por algún logro y
ninguna ocasión conocimos sus amistades, en su niñez salía para la escuela
normalmente, pero después de algún tiempo no lo volvimos a ver y cuando ya era
un zagaletón, solo se veía salir en las tardes con su infaltable bolso al
estilo de carriel paisa.
Una
mañana de un domingo normal se nota algo inusual en el ambiente, un trió de
jovencitas que están entre los doce y los quince años están visiblemente
compungidas sentadas en un escalera que comunica con el desvencijado cuarto
donde vive el adolescente de la
historia, como no soy conocido personal de ninguna, no averiguo la causa de su estado de ánimo alterado, sino con el vecino que está en el otro costado de la
calle, la pregunta es ¿paso algo? Mataron al ….. es su respuesta seca y sin
visos de ninguna emoción, dando el remoquete con que era conocido el ahora
difunto.
Antes de que trajeran el cadáver de la morgue, el movimiento se puso tenso y peligroso alrededor del lugar donde se velaría al joven, con niños y adolescentes exhibiendo armas cortas y largas en actitud amenazante, y lo más trágico era ver a algunas mujeres adultas madres de los jovenzuelos y algunos menores como vigías o como se conoce este tipo de acción entre delincuentes, estaban cantando la zona, en una oportunidad que ocasionalmente pasaron dos motorizados de la guardia nacional escuche la voz de alarma que anuncio: agua verde, ya anteriormente me habían dicho que en la jerga de ellos, esto significa: presencia de representantes de la ley. Ante estas circunstancias la mayoría de los vecinos opto por tomar medidas saludables alejándose del lugar, porque no pocas veces los velorios se han convertido en campos de batalla mortal de las bandas antagónicas de los pueblos y ciudades.
Después
de una noche en vela y no pocos sobresaltos, escuchando el detonar de armas
automáticas a intervalos irregulares y alguna discusión álgida entre féminas
sin tener conocimiento de la causa, amanece y continua la tensa calma hasta que
llega el momento cumbre cuando van a sacar el difunto rumbo a la morada de los
muertos y se da comienzo al póstumo homenaje, donde los camaradas en señal de
tributo a su memoria lanzan andanadas de cargas mortales al aire en repetidas
ocasiones, con armas de diferentes calibres y modelos entre ellas una parecida, a la que solo había visto en las películas de rambo y hasta hoy creía
que era de ficción.
Cuando están en lo más crudo de la despedida se acerca el padre del occiso y a manera de disculpa me dice: yo no puedo hacer nada esos son sus amigos. He oído hablar de personas que tienen o viven vida doble, pero nunca lo había comprobado de una manera tan real y dramática, como en esta oportunidad con este joven de solo quince (15) años, jamás paso por mi mente viéndolo todos los días con su aspecto tímido y reguardado que perteneciera al sórdido y tenebroso mundo de la delincuencia.
¿Por quién truenan las pistolas? Por un joven que equivoco el camino y que pago con su vida la osadía de querer vivir en el lado opuesto de la legalidad y el orden. Esta no es una historia aislada y excepcional, sino la de miles de jóvenes equivocados haciendo vida común en una sociedad carcomida por el odio y el resentimiento, donde no se ve, ni aún en los encargados de mantener el orden y la paz su participación activa y desidida, para contrarrestar la violencia, signo común que identifica nuestros tiempos, pasamos casi veinticuatro horas en un campo de guerra impuesto por niños y adolescentes y aun pasadas otras veinticuatro, después de este acontecimiento, ningún funcionario o cuerpo de seguridad del estado se apersono para averiguar lo que estaba pasando, porque hasta las calles aledañas fueron trancadas arbitrariamente y nadie pidió explicaciones ni razones.
No
vivas la vida disipada que se te ofrece como un gran logro, vive la vida en
Cristo que es la única que merece la pena vivir.
Por
el pastor: Fernando Zuleta V.
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