lunes, 3 de octubre de 2011

LA DESIDIA



La desidia forma parte del arsenal negativo que tenemos los seres humanos, es la propensión desafortunada de no prestarle atención a lo que está pasando, estamos haciendo o es necesario hacer, una muestra permanente y que en nosotros es una ley, no escrita, pero si autentica y real, es la falta de mantenimiento de todo lo que realizamos como obra física.

Cuando se construye una obra, cualquiera que sea, tiene que estar implícito el sostenimiento, esto presupone que en el financiamiento debe también presupuestarse el mantenimiento, porque la permanencia, el beneficio y la durabilidad de ella, no depende de lo bien que se hizo, sino de la atención y el mantenimiento que se le preste desde el mismo momento en que entro en servicio activo.

Esta enquistada malformación parece algo congénito, la combinación de factores y la mezcla de razas aparecen como el más sospechoso de los motivos para que tengamos esa inclinación a dejar todo en el abandono, no solo lo físico o material, sino también lo espiritual que en este caso sería lo peor de todo.

Uno de los más emblemáticos casos es el de la estructura física de los planteles educativos, se construyen, se inauguran con bombos y platillos, este acontecimiento es acompañado por la prensa escrita y los demás medios de comunicación incluyendo la televisión, se corta la cinta, se dan los discursos del caso y chao. Cuando volvemos a escuchar noticias del lugar es por algo fortuito y generalmente no grato, ni placentero, sino para informar que lo desvalijaron los vándalos, que está abandonado y convertido en una ruina y que no se le ha hecho un cariñito desde que entro en servicio.

Cuando finalmente se atiende, ya no es mantenimiento lo que se hace, sino reestructuración, que no es otra cosa que volver a hacer nueva la estructura y por supuesto los costos son más elevados y el tiempo y la inversión más onerosos.

Una vez se encontraron dos conocidos a la entrada de un taller mecánico, uno iba en su carro último modelo y el otro extrañado le pregunto ¿Ya te está fallando el vehículo? Agregando a continuación: ¡hay que ver que lo que hacen hoy en día no sirve para nada! El aludido respondió: no chico nada de eso, simplemente lo traigo para hacerle mantenimiento. El otro riposto: yo creía que era el carro el que estaba mal, pero me doy cuenta, que el que está mal eres tu ¿Cómo se te ocurre traer un carro nuevo y sin estar fallando a un taller? Así es el concepto que mayoritariamente tenemos de la prevención y el mantenimiento en buen estado de las cosas. Por eso cuando se descomponen es más fácil desecharlas que recuperarlas y más caro arreglarlas que comprarlas nuevas.

Lamentablemente esto no sucede solo con lo material, sino también en todas las latitudes. Es muy frecuente en los matrimonios, después que les costó un ojo de la cara y parte del otro llegar a el, convencer a los suegros de ambos, la familia, conseguir donde vivir y hacer la gran celebración, se olvidan ambos que se necesita atención mutua, dialogo constante, cambios necesarios, adecuación a los criterios personales, tolerancia y una renovación permanente de la vida espiritual que es la que le da bases firmes y estabilidad permanente a esa unión. Finalmente cuando surgen las dificultades no hay de adonde agarrarse para no rodar, el desmoronamiento se hace inevitable.

La negligencia derrota a las fuerzas más poderosas, ella va carcomiendo los cimientos y por fuertes que sean si se dejan en el abandono terminaran siendo derruidos y derribados. Nunca descuides lo que tienes, que nunca se sabe si lo vuelves a conseguir, a veces pecamos por omisión, dejando de hacer lo que teníamos obligación de hacer y eso no es otra cosa que desidia al por mayor, cuando te falten las fuerzas recuerda que todo lo puedes en CRISTO que te fortalece, pero nunca dejes de hacer lo que es necesario hacer.


Por el pastor: Fernando Zuleta V.



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