El odio es una de las mas bajas pasiones de los seres humanos, es como un acido corrosivo que destruye el alma, corroe el espíritu y atrae las mas disímiles y dañinas patologías al cuerpo, cuando las personas le dan espacio en sus vidas a este indeseable huésped, no solo atentan contra la felicidad de los que son objeto de su malignidad, sino que los que lo tienen como invitado en sus aposentos mas recónditos, viven en la mas absoluta de las miserias humanas, porque el es un generador permanente de cizaña, no dejando espacio para la paz y el sosiego.
Todo el que lo tiene como acompañante sufre ineludiblemente las consecuencias de compartir la vida con tan nefasto personaje, nadie puede estar inmerso en un tonel de miel y salir sin estar enmelado y empalagado por su dulzura, así mismo nadie puede andar con tan siniestro camarada sin que sea presa de sus más sórdidos y maquiavélicos subterfugios.
El odio va creando una capa externa de belicosidad que a medida que pasa el tiempo se hace mas impermeable por la acumulación de resentimiento y animosidad contra los demás, su tarea es completamente destructiva y solo persigue el aniquilamiento y el derrumbe del contrario, no deja espacio para las consideraciones, ni para el razonamiento, pues no es algo de la mente sino de las viseras, aquí la inteligencia es totalmente anodina y no ofrece ninguna posibilidad para detenerlo o impedirle su marcha arrolladora.
El odio es una elección personal, no es algo impuesto por la fuerza, por lo cual depende exclusivamente de cada quien, porque tampoco se pega como una infección, no es un virus o una bacteria para que sea contagioso, sino una emoción negativa que nos negamos a controlar o resistir, nadie te puede obligar a odiar, tu decides hacerlo a cuenta y riesgo propio.
Cuando vemos la saña que usan hoy en día para asesinar a sangre fría a personas que tal vez nunca ha tenido contacto con sus agresores, de como los acribillan sin ningún tipo de remordimiento, ni compasión, solo por el hecho de que oponen resistencia por defender lo suyo, nos damos cuenta que el resentimiento acumulado a degradado en un odio mórbido tan brutal, que no tenemos explicaciones que satisfagan una conducta que raya en lo demencial.
¿De donde viene ese odio tan negro y despiadado? ¿Quien ha propiciado este macabro sentimiento que esta sembrando de destrucción y muerte a nuestra amada Venezuela?
El odio ha ido creciendo por un resentimiento social que ha menguado todo vestigio de humanidad en las personas, parece ser que la respuesta de los individuos que han vivido en situación de precariedad extrema, es volcar sobre los demás toda su frustración y rabia, representada por los jóvenes y adolescentes de hogares disfuncionales y represada en su interior durante años de penuria y abandono de que han sido objeto por sus progenitores, la sociedad y el Estado. La ira contenida es una pira ardiendo en las entrañas de personas atormentadas por el resentimiento que ocasiona una vida a la deriva, sin autoridad representativa, que le de equilibrio a su endeble personalidad.
Este feroz incremento de tan bestial pasión, debe prender las alarmas en todas las esferas políticas, sociales, religiosas, culturales, intelectuales y todo el componente de la comunidad, porque no es un problema de unos, sino de todos, Venezuela somos todos y si se derrumba la nación, todos rodaremos por la pendiente. Termino con esta frase celebre:
“Nada que un hombre haga lo envilece más que el permitirse caer tan bajo como para odiar a alguien.”
Martin Luther King (1929-1968) Religioso estadounidense.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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