Las sombras del tiempo ocultan
las imágenes del pasado, que no pueden ser erradicadas y borradas del
indescifrable registro de la mente, trayendo a la memoria recuerdos que aun
estando en lo ignoto de la profundidad
del alma, nunca han podido ser eliminados, salen imprevistamente sin ser
invitados a prestar su concurso en el presente
en los momentos menos esperados, están en la inconsciencia atiborrados
de capas superpuestas de
acontecimientos que en cada momento los
han hecho descender más profundamente en el abismo de la indiferencia y en la obscuridad insondable de los misterios ocultos en el laberinto
mental de las personas; considerados como cadáveres sobre los cuales se han
puesto pesadas losas de concreto armado,
para impedir que un día puedan
levantarse del polvo y vuelvan a la vida con el pesado fardo que significa
revivir lo que nunca hubiéramos querido y recordar lo que jamás anhelamos que
pasara, pero no hay alternativa mientras estemos en el mundo de los vivos y tengamos
cordura y mente sensata. Solo los que pierden la razón borran del disco duro de
sus recuerdos todo acontecimiento del pasado y no entienden ninguno del
presente.
Todos los seres humanos cuerdos, sin
poder hacer excepciones, tenemos recuerdos ingratos que quisiéramos que jamás
llegaran a traerse en el presente, rememorando el pasado que creemos olvidado y
del cual nunca quisiéramos tener noticias, siendo en muchas ocasiones tan perturbadores que no pocos han caído en
el delirio de la vesania, prefiriendo hundirse en la inconsciencia que lidiar
con la pesada carga del recuerdo de un pasado tenebroso. Francia…
el ejército… josefina se dice que
fueron las últimas palabras del corso Napoleón Bonaparte, cuando estremecido
por la locura, no podía organizar sus pensamientos y solo pronunciaba palabras
inconexas que reflejaban el laberinto intrincado por donde los pensamientos
deambulaban sin sentido y dirección. Así las sinapsis del cerebro no pueden
resistir la descarga de eléctrico-química producida por las emociones febriles
que aceleradamente recorren cada neurona y cada neurotransmisor, cuando
acicateados por la adrenalina que segregada en altas proporciones, hace emerger
una poderosa fuerza motriz saturando hasta hacer estallar y rompiendo en
mil pedazos los circuitos eléctricos
cerebrales, que dejan sin conexión toda la materia gris, produciendo así el
colapso mental que crea la locura y el desquiciamiento.
Esta demencia es
producto de la gran tragedia del presente, que imposible de sobrellevar mezcla
peligrosamente un coctel de sensaciones
tan explosivas que rompen todo contacto con la realidad sea pasado o presente y
como medio defensivo de la mente para erradicar el dolor y la nostalgia recurre
al truco de la enajenación mental, sumiendo a la persona en la oscuridad impenetrable
de la irracionalidad.
La demencia borra todo recuerdo y
cuando se logra recobrar la cordura, seguramente por la misericordia inextinguible
del Creador, no es posible recordar ese estado trágico y deplorable del que ha perdido la razón, lo veo como una protección
divina para ahorrarle dolor y sufrimiento al que ha estado inmerso en el mundo
de tinieblas, que es el estado de la escabrosa
locura.
Los recuerdos serán nuestros acompañantes permanentes y no existe
borrador o método para eliminarlos del archivo mental, ni los buenos, ni los
malos, ni los que puedan atormentarnos o desagradarnos, solo consagrando el pasado
a Dios y renovando nuestra mente en el Espíritu cada día, no tendrán efecto
destructivo sobre nosotros los que estén
en esa línea indeseada y perturbadora.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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