miércoles, 9 de noviembre de 2016

ANÉCDOTA ESPECIAL

“Era tan feo que si la fealdad doliera, su vida sería un  grito permanente de dolor y si era pecado no tendría redención” 

Con esta  oración se daba a entender lo poco  agraciado que era mi primo, la realidad que exteriorizaba en la parte física era contraria a su desinhibida personalidad, bromista, charlatán, locuaz y prodigo en hacer chistes y en apariencia no tenía traumas por carecer de atributos físicos, nunca lo oí quejarse por las continuas insinuaciones que los demás emitían por su especial fealdad y siempre riéndose refutaba cualquier comentario con singular simpatía, jamás se enojó o fue presa de la ira por el chalequeo a que constantemente era sometido, siempre lo recuerdo, riéndose y al parecer ninguna de sus sonrisas era fingida, para mí todo era natural.

En cierta ocasión hasta mi abuelo, un patriarca bien serio, tercio en una conversación que giraba en torno de mi primo, cuando un tío argumento que la única novia que se le conoció,  la dejo, porque le pidió un beso y ella  se lo dio, mi abuelo dijo: eso es mentira, a tu primo solo lo beso la mama cuando estaba chiquito.

En lo personal disfrute mucho, haciéndole y recibiendo bromas de él, en una ocasión estaba fastidiando a otro primo, al cual llame aparte para darle algunas indicaciones y recomendaciones de como lograría zafarse de sus garras, porque lo estaba apabullando con apodos y palabras fastidiosas de toda índole, para sorpresa mía, me dijo: todas las cosas que me dices ya las he probado y algunas otras peores sin resultado alguno, lo único que vale es quedarse callado y dejarlo hablar hasta que se canse. El único que lo dejaba sin palabras era mi hermano, porque ese no le refutaba nada, sino que le daba golpes, jugando con él, y como daba durísimo hacían el efecto de la anestesia.

Mi abuela una vez salió en su defensa, diciendo. No le pegues tan duro, que mira como le bailan los ojos y mi hermano respondió: no te preocupes mama, que no le vale otra cosa y solo por ratos y en efecto un poco después estaba fastidiando como era su costumbre.

Aprendí a lidiarlo, sin confrontarlo y cuando comenzaba la sorna con migo, lo ignoraba y al poco rato estábamos hablando de temas diferentes, ese era el remedio más eficaz contra su irónica y  sarcástica naturaleza. 

Por el pastor :  Fernando zuleta V                                         .

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