Quien acuño esta frase no se le puede negar el éxito que
produjo su deducción eufemística, porque no se puede ignorar que ha tenido
resonancia y con mucho fervor se usa
para magnificar la dura tarea de las féminas de tener que criar hijos sin el concurso de un varón, pero es
indudable que carece de la esencia vital del realismo.
El hogar fue establecido bajo la premisa de la unión legal
de un varón y una hembra, con el propósito de que ambos participaran
activamente en la conformación de la familia, donde por razones de elemental
lógica, los hijos completan ese núcleo, que no estaría en su totalidad
construido, si por una u otra causa ellos no aparecieran en el horizonte de las
vidas de la pareja.
Esto está establecido en un plano natural, donde la creación
de nuevas vidas, es imposible sin el aporte decisivo de cada género, la ciencia
puede iniciar vidas en laboratorios, usando
probetas, fecundación en vitro, vientres artificiales, alquilados, prestados,
comprados o cedidos, pero no podrá jamás, convertir al ser humano en
hermafrodita y lograr que de un solo género se obtenga vida, siempre necesitara
del aporte femenino y del masculino.
En esa misma situación se encuentra la familia, nunca podrá tener
hijos sanos y equilibrados tanto en lo emocional
como espiritual, si adolece de la figura de uno de los dos, porque el varón es
el complemento de la mujer y la mujer el complemento del varón, de manera que
totalmente espurio asegurar que se es padre y madre a la vez.
Hoy en día con la llamada liberación femenina, cantidades de
mujeres que han sido exitosas en sus carreras y actividades, han optado por
usar al varón solo como un recurso para
tener hijos, creyendo que el poder
financiero les otorga todas las armas para prescindir de la figura paterna en la corresponsabilidad de criarlos, sin
tener en cuenta el pequeño detalle que aquí no tiene que ver los recursos
económicos, sino la presencia paterna para establecer equilibrio en la balanza, porque aunque parezca extraño,
este equilibrio no está en el centro, sino en los lados, y al faltar el
contrapeso se inclinara ominosamente a uno solo.
La norma divina establece un hogar, donde la figura materna
y la paterna son copartícipes del funcionamiento idóneo de la familia y aunque
eventualmente por circunstancias imprevistas no esté presente alguno de los dos,
puede ser suplantado, pero jamás reemplazado. Debe de ser porque los lasos y nexos
de consanguinidad nunca podrán ser sustituidos y la herencia jamás podrá ser
relevada bajo ningún concepto humano, técnico o científico
.
Desde el punto de vista humano se pueden tejer todas las
hipótesis posibles o crear innumerables teorías para matizar y desproveer de la
realidad a los hogares disfuncionales, haciéndole creer a los ingenuos que no
es imprescindible la pareja en el hogar y que por ende se puede ser padre y
madre a la vez si falta el varón o madre y padre si falta la hembra, cuando la
verdad verdadera es que ninguno de los
dos puede sustituir al otro, porque somos complementos el uno del otro, no reemplazos.
En el aspecto espiritual, todos podemos tener un mismo Padre
y de esa manera vencer los obstáculos derivados de una paternidad irresponsable, como está escrito: más
a todos los que le recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Éstos no nacieron
de sangre, ni por voluntad de carne, ni
por voluntad de varón, sino de Dios.(Jn.1:12-13).
Esto es lo que se llama el nuevo nacimiento y aunque mi
padre y mi madre me dejen, con todo, Jehová me recogerá.(sal.27:10).
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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