Cuando vemos las fallas humanas, siempre tenemos el enfoque perfecto de lo que se debiera haberse hecho, para que el resultado fuera el esperado y eso es en todas las esferas y latitudes, solo basta con prestar atención a un comentarista deportivo cuando está haciendo el análisis de alguna jugada en el deporte que sea y ¿cuál es la interpretación que da al explicar por qué no salieron las cosas, como se esperaba en determinada situación? es inevitable que considere los acontecimientos desde el punto de vista externo, dándole el mote de falla técnica o desde el interno para atribuírsele a un error mental, cuando la falta se juzga a nivel personal se es mucho más mordaz y crítico, que cuando se hace a nivel colectivo donde se considera otras alternativas.
El asunto es que tenemos ideas muy buenas de cómo deben funcionar las cosas y cuando a otro no le funcionan, conocemos cada una de las causas que originaron el caos o la debacle; estando inmersos en una desastrosa cola vehicular y todo el mundo busca salir del atolladero, el copiloto siempre tiene las mejores opciones y ve las más claras oportunidades, pero con toda certeza cuando él está al mando del vehículo, invariablemente preguntará ¿Qué hago?
Me decía un médico al que le estaba montando un equipo de sonido en su vehículo y al final cuando todo estaba instalado, y no funcionaba: no te preocupes que eso tiene arreglo, puede haber una falla en alguno de sus componentes, complicado es cuando te metes en una barriga y las cosas no te funcionan. Fue algo que me hizo reflexionar, al comparar las dos profesiones y pense para mis adentros, menos mal que estoy metido en un carro y saliendo bien o mal las cosas, los riesgos son pírricos, creo que escogí una buena profesión.
Un águila no puede volar si las condiciones no están dadas, una vez en un zoológico algún defensor de la libertad de los animales le abrió las jaulas a la mayoría de las aves y pájaros en el lugar, entre ellos estaba una enorme águila arpía y esta era el ave más emblemática de las que allí hacían vida, cuando cundió la alarma, todos pensaron de inmediato en ella y la mayoría de los cuidadores y empleados enfilaron sus pasos a la jaula del águila, tenían razón, no estaba allí… todos levantaron la mirada al cielo, tal vez con la esperanza de verla por última vez, pero tampoco se veía haciendo círculos en el aire y tomando altura disfrutando su libertad, preocupados y sin saber que había pasado se dispersaron en abanico por el parque en su búsqueda frenética, solo pasaron unos minutos cuando alguien exclamó ¡allá va! Y como impulsados por el ansia de obtener un premio avanzaron trepidantes para darle alcance y capturarla, pero al contrario de sus perseguidores ella no corría, sino que caminaba lenta y trabajosamente, no fue ninguna odisea apresar de nuevo y devolverla a su antigua prisión. Todos se preguntaron ¿y por qué no escapó volando? La respuesta fue simple: estuvo mucho tiempo solo comiendo y durmiendo sin hacer ejercicio y el sobrepeso le impidió volar.
Se sabe que las aves que vuelan de gran envergadura, para hacerlo se lanzan de buena altura, sea de un alto risco o de un grande árbol o si están en tierra, sin variación tiene que hacer el carreteo hasta alcanzar la fuerza y velocidad suficiente para vencer la gravedad, y así lograr despegar. Leí, no sé dónde, ni cuándo una anécdota de un águila que metieron en una especie de cajón a cielo abierto de unos 3 metros cúbicos, sin tapa superior, allí la alimentaban y todo el que la veía en la prisión preguntaba ¿y porque no escapa si la parte superior está abierta y pasa todo el tiempo sola y sin cuidador? La razón era sencilla: no tenía espacio suficiente para correr y desarrollar la velocidad que necesitaba para alzar vuelo.
Se hacen muchos juicios a priori, sin conocer las causas que originan los hechos y esa es una detestable condición humana que lleva a sacar conclusiones erróneas, nunca debemos minimizar los efectos de las malas acciones, pero tampoco maximizar lo que consideremos equivocaciones, siempre he oído decir: que las apariencias engañan, es un famoso dicho que me parece muy atinado, por ese motivo debemos asegurarnos de que, lo que vemos sea real, porque sin duda se presentarán visiones fantasmales estando cuerdos y espejismos aunque no estemos en el desierto.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.