El modelo perfecto es Dios y el hombre está llamado a alcanzar
la perfección por su Hacedor, por lo cual no está excluido de ella, de modo que esto no es un
problema divino sino humano. La negativa y el rechazo a aceptar los parámetros
de Dios, es lo que nos impide alcanzarla, nadie puede lograr metas perfectas si
no usa medios perfectos y nunca el hombre llegara a conseguir la plenitud, si
se empecina en hacerlo a su manera dejando a un lado la guía segura de su
Creador.
Los seres humanos tenemos un común
denominador: todos nos equivocamos; pero también tenemos la capacidad exclusiva
de rectificar. La diferencia es que lo primero lo asumimos y lo segundo lo
rechazamos.
La rectificación es un enorme problema, porque choca
frontalmente con el ego, que se especializa en mantener a ultranza las
posiciones, así el final sea irse por el tobogán de la destrucción y la ruina.
Asumir las equivocaciones ha sido una materia
pendiente para aprobar de la humanidad, porque lo relacionan en directo con debilidad
de carácter y si hay algo haga sentir disminuido a un mortal es admitir que es débil,
siempre quiere emular al león macho, que nada lo hace retroceder, sin
comprender que la bestia es sin entendimiento y su fuerza y ferocidad son las
armas para la defensa y permanencia.
Si queremos permanecer indefectiblemente habrá
que renunciar a la violencia y asumir que las pasiones destructivas deben ser
erradicadas, porque la exhibición permanente de ellas están creando el ambiente
propicio para el aniquilamiento total de la humanidad.
Las bestias
usan la reacción virulenta cuando se sienten atacadas o acorraladas como medio únicos de defensa y
también para sobrevivir, porque no están en capacidad de razonar y crear
mecanismos distintos al instinto animal dado por su Creador, pero el hombre con
su inagotable capacidad de razonar no debería esgrimir una sola causa que
justifique la barbarie de la violencia. Somos superiores a las bestias, pero
nos comportamos peor que la más sanguinaria de ellas y para usar un término
consonó con la época, diríamos: tremenda raya.
El orgullo nos
impide ver, la falta de visión nos incapacita
para avanzar, la inoperancia es estancamiento y este a su vez produce
retroceso, de manera que estamos marchando en dirección opuesta, queremos
conquistar la luz asociados con las tinieblas, nunca alcanzaremos las estrellas
adentrándonos en las simas marinas.
Por el pastor:
Fernando Zuleta V.
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