jueves, 7 de mayo de 2015

EL DILEMA DE LA RETIFICACION


El modelo perfecto  es Dios y el hombre está llamado a alcanzar la perfección por su Hacedor, por lo cual no está excluido de ella, de modo que esto no es un problema divino sino humano. La negativa y el rechazo a aceptar los parámetros de Dios, es lo que nos impide alcanzarla, nadie puede lograr metas perfectas si no usa medios perfectos y nunca el hombre llegara a conseguir la plenitud, si se empecina en hacerlo a su manera dejando a un lado la guía segura de su Creador.

Los seres humanos tenemos un común denominador: todos nos equivocamos; pero también tenemos la capacidad exclusiva de rectificar. La diferencia es que lo primero lo asumimos y lo segundo lo rechazamos.

La rectificación  es un enorme problema, porque choca frontalmente con el ego, que se especializa en mantener a ultranza las posiciones, así el final sea irse por el tobogán de la destrucción y la ruina.

Asumir las equivocaciones ha sido una materia pendiente para aprobar de la humanidad, porque lo relacionan en directo con debilidad de carácter y si hay algo haga sentir disminuido a un mortal es admitir que es débil, siempre quiere emular al león macho, que nada lo hace retroceder, sin comprender que la bestia es sin entendimiento y su fuerza y ferocidad son las armas para la  defensa y permanencia.

Si queremos permanecer indefectiblemente habrá que renunciar a la violencia y asumir que las pasiones destructivas deben ser erradicadas, porque la exhibición permanente de ellas están creando el ambiente propicio para el aniquilamiento total de la humanidad.

Las bestias usan la reacción virulenta cuando se sienten atacadas  o acorraladas como medio únicos de defensa y también para sobrevivir, porque no están en capacidad de razonar y crear mecanismos distintos al instinto animal dado por su Creador, pero el hombre con su inagotable capacidad de razonar no debería esgrimir una sola causa que justifique la barbarie de la violencia. Somos superiores a las bestias, pero nos comportamos peor que la más sanguinaria de ellas y para usar un término consonó con la época, diríamos: tremenda raya.

El orgullo nos impide ver, la falta de visión nos incapacita  para avanzar, la inoperancia es estancamiento y este a su vez produce retroceso, de manera que estamos marchando en dirección opuesta, queremos conquistar la luz asociados con las tinieblas, nunca alcanzaremos las estrellas adentrándonos en las simas marinas.

Él quiere volar tendrá que ponerse alas  y no aletas que son para nadar, si queremos conquistar las estrellas tendremos que mantener la vista en ellas y la relación con su Dueño para que nos expida la licencia para alcanzarlas.


Por el pastor: Fernando Zuleta V.

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