domingo, 24 de mayo de 2015

LA FELICIDAD



El hombre busca la felicidad sin detenerse, creando definiciones de ella y creyendo que la alcanzara cuando logre su cometido personal, sin darse por enterado que ella solo se consigue si hace todo lo posible por hacer felices a los demás.

¿NO TENGO DERECHO A SER FELIZ? Fue la pregunta con que me abordo una dama que esperaba ser aconsejada y estaba pasando por una crisis existencialista que no la dejaba hacer la elección correcta, tenía dos hijos, producto de relaciones anteriores que habían fracasado y ella seguía en la búsqueda de la ansiada y esquiva felicidad. Todo el mundo  me dice que debo pensar en mis hijos y procurar que ellos sean felices ¿y yo no tengo derecho a ser feliz? Volvió a insistir, remachando: no puedo tener un hombre para disfrutar con él la vida, soy una mujer joven y no pienso quedarme el resto de la vida sola.

La felicidad para la mayoría depende de lo que elija para ser feliz, y por norma general siempre es egocentrista  la elección, para esta dama la felicidad se reducía a tener un acompañante con quien disfrutar el sexo, todo giraba en esa órbita y por supuesto sus bases eran tan endebles que jamás la sustentarían, de hecho la estaba condicionando a lo puramente circunstancial y momentáneo, su definición y entendimiento de la felicidad estaba limitada a una necesidad emocional y física que se centraba en sí misma, sin tener en cuenta las consecuencias negativas que terceros podían acarrear.

Cuando se quiere ser feliz sin importar los males  que se ocasionan  a los demás, estamos controlados por el egoísmo y somos víctimas cautivas del auto-engaño, encerrados en la capsula de la miseria espiritual, la visión de la realidad se hace borrosa y el camino para transitar se llena de grandes obstáculos que impiden la llegada al encuentro con ella.

Nadie puede ser feliz haciendo infelices a otros, todos los opresores consiguen satisfacción personal a costa de los que oprimen, y con la máscara del cinismo harán creer que son  felices, pero en su fuero interno y en la soledad de sus áridas vidas lloran su amargura ocultando  su vergüenza y desazón.

La felicidad jamás se alcanza a expensas de los demás, sino en el vínculo del amor fraternal donde la mayor preocupación es el otro, ver felices a los que nos rodean debe ser un anhelo permanente, cuando centramos el alcance de la felicidad en los logros para el disfrute personal y la etiquetamos como un merecimiento, la reducimos al ámbito individual y tal vez esa sea la mayor equivocación en el deseo perenne de alcanzarla al minimizarla como objetivo propio y no colectivo.

Se confunde mucho la felicidad con el éxito personal en cualquiera de sus manifestaciones y esto es lo más alejado de la verdad, muchos han usado el dinero para alcanzarla y solo consiguieron sanguijuelas que les chuparan la sangre; con abundancia de riquezas lo que más se consigue son adláteres y aduladores, porque jamás se acercan al que lo tiene sino por el interés mezquino de recibir beneficios personales, en realidad el dinero nunca ha hecho amigos, pero si en abundancia oportunistas inescrupulosos.

La felicidad no la consigues dentro de ti, no con posesiones, no con ser famoso, solo tienes que mirar a tu lado, allí está el niño hambriento que mendiga pan, que clama por protección, que esta desorientado y vive en completa abyección y desamparo, a tu lado está el anciano víctima del abandono y la indiferencia de sus hijos y descendencia, a tu lado está el depauperado indigente rechazado y menospreciado por propios y extraños, a tu lado está la niña que violaron y arrastra un vástago sin saber cómo lo sustentará, a tu lado está la madre abandonada con una catorcera de muchachos que languidecen de hambre y se les niega la ternura y la oportunidad de disfrutar su niñez y de crecer en un ambiente adecuado y sano… y la felicidad está allí esperando para que la disfrutes y tiendas la mano compasiva y compartas con quienes han sido menos afortunados.

Ser feliz definitivamente es hacer felices a los demás, tu encuentro con la felicidad  se realiza cuando compartes con otros menos afortunados lo poco o lo mucho que poseas.

Por  el pastor: Fernando Zuleta V.



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