La paz es un estado de quietud mental y reposo espiritual interno y externo que manifiesta el
equilibrio de todos los componentes del ser humano y donde participan todos los
sentidos, por lo cual ni hay dolor físico, ni heridas en el alma o el cuerpo.
De manera que esto se traduce en una sanidad total donde no hay enfermedades de
ninguna naturaleza. Esto por supuesto no inhibe las cicatrices, ellas son testigos de que en algún momento sufrimos
padecimientos por alguna causa y nos recuerdan la necesidad de cuidarnos y de
estar alerta para evitar futuras recaídas.
Si nos acostumbramos a vivir en paz, todo aquello que pueda alterarla es de
inmediato atendido con premura y diligencia, sin escatimar esfuerzos e
inversiones porque conocemos el costo de
su ausencia y también los beneficios de su presencia.
La paz para que sea nuestro acompañante permanente necesita de la
comprensión y tolerancia, no se puede tener paz con las personas si siempre
estamos en un continuo reclamo por todo aquello que consideramos que hace malo o
deja de hacer que creemos que es bueno, nos gusta mucho que los demás hagan las
cosas a nuestra manera, pero nunca aceptamos las sugerencias de otros, ni nos
importa mucho si lo que hacemos conviene o disgusta a los demás.
La comprensión, no es para justificar
acciones perniciosas, sino para fundamentar la relación y hacerla solida
y permanente, no podemos estar de acuerdo con la violación de la ley, pero si
ponernos del lado del que sufre la injusticia. No podemos hacernos solidarios
con el joven que en clara desobediencia a las normas éticas y en completo
desacato a las leyes vive en el infame mundo de las drogas, pero si defender el
derecho que tiene a un justo juicio y no aceptar que sea ejecutado sumariamente
por los encargados de hacer cumplir la ley,
que no están facultados para administrar justicia a discreción.
La tolerancia no es con el fin de aceptar todo lo que otros hagan malo, sino para lidiar con las carencias
o falta de capacidades y habilidades de
los demás y que es responsabilidad humana condescender y hacer lo que esté al
alcance y suplirlo con el aporte directo y sin reservas.
La paz no requiere vivir en la nube del optimismo, pero tampoco en la
profundidad del pesimismo, sino en el nivel del realismo, donde se tiene que
combinar la capacidad de tolerancia con la firmeza del carácter, no podemos ser
blandengues para aceptar las malas conductas, pero tampoco extremistas hasta el
punto de desechar a quienes infringen las leyes, es cuestión de interactuar con
todas las personas y apoyar todo esfuerzo por la superación y valorar todo lo
que se alcance en ese sentido.
Con toda seguridad algo que nos ayudara a tener y a mantener la paz es que nos auto-analicemos y con sincera auto-critica nos demos cuenta de lo que somos cada uno como individuo y
conozcamos las debilidades y carencias personales, de esa manera lograremos
entender que por lo que soy, estoy en la obligación de tolerar y aceptar a los demás.
Porque ni lo tengo todo, ni todo lo hago perfecto.
Quien no puede ver sus propios errores no está en capacidad de corregir a
quienes incurren en ellos. No podemos ayudar a vencer las dificultades ajenas,
sino aceptamos que nos ayuden a vencer
las propias. La vida es una completa interrelación y una absoluta interdependencia
y si no podemos aceptarlo de esa manera, no estamos en capacidad de vivir en este mundo terrenal en paz.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.