Crecí escuchando las historias de nuestros libertadores y a
veces se hacían muy intima, mis abuelos maternos me aseguraron que conocieron
una matrona que le sirvió al padre de la patria simón Bolívar, démonos la idea
de cómo podría volar mi imaginación acercándome vívidamente a estos hechos
transcendentales de este pasado inmediato, lo mas resaltante de todo esto eran
las anécdotas que oía permanentemente en relación con el libertador sobre sus hazañas sobresalientes y
dificultades extremas.
Para todos los colombianos Simón Bolívar es tan nuestro como el río Magdalena que recorre
al país de sur a norte y su nacimiento en Caracas es solo un accidente
geográfico, nunca discutimos su nacionalidad, por no ser un ciudadano común,
sino uno universal porque sus logros no se equiparan con nada en la historia de
la humanidad, exceptuando por supuesto la obra redentora de Jesucristo que no
tiene parangón ni comparación con nada realizado por hombre alguno.
Por medio de la geografía y la historia conocí a Venezuela
antes de hacerlo físicamente, jamás había tenido el honor de ver un patriota en
persona, como cariñosamente les llamamos a los venezolanos en Colombia,
palabra que enaltece y dignifica el
gentilicio venezolano recordándonos que fueron el eje fundamental para la gesta
emancipadora de los pueblos de América.
Cuando rondaba los veinte el virus aventurero me impulso
haciéndome pasar las fronteras políticas-territoriales y dirigiéndome de Cúcuta
a Puerto Santander inicie la gran aventura de mi vida, conocer la tierra del
gran libertador y abordando una canoa y por cinco bolívares de aquella época
remontamos la corriente del río por unos cuantos metros hasta alcanzar la
orilla opuesta, de allí en adelante los mismos compatriotas me indicaban cual
era la pica que tenía que agarrar, donde había una alcabala que tenía que
evadir y cuales potenciales peligros tenía que sortear, nunca encontré un
malintencionado que me indicara caminos equivocados o procediera con afrentas contra
mí y después de más de cuarenta años de compartir y vivir en medio de un pueblo
verdaderamente hermano jamás he sido víctima de xenofobia, ni discriminación de
ninguna naturaleza.
Tengo las mejores referencias y el mayor respecto por esta
patria grande, inmensa por sus gentes, llena del colorido de su exuberante
naturaleza y poblada por individuos de noble alcurnia, no por ser herederos de
títulos de la nobleza, sino por ser portadores de una de las más grandes
cualidades que dan brillo al gran gentilicio venezolano, como es su especial y
maravillosa hospitalidad.
Durante todo el tiempo compartido he sido uno más de su
entorno y en esta estrecha relación nunca se ha tenido en discusión mi
origen y cuando alguien se ha referido
por alguna razón a mi procedencia invariablemente ha sido para un elogio o
halago.
Si algo tengo que decir de Venezuela, es que es un país
extraordinario y si algo tengo que decir de los venezolanos es que son gente
fuera de serie, que se brindan por entero y te adoptan como tu familia con
todos los beneficios incluidos ¡salve Venezuela eres una nación única! La
bendición de Altísimo esta sobre ti.
Por el pastor:
Fernando Zuleta V.
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