viernes, 27 de septiembre de 2013

LAS INCOMPRENSIONES



Generalmente surgen porque somos diferentes como individuos y eso va desde lo físico a lo intelectual, ocupación u oficio, pasando por lo emocional y lo cultural, sin dejar a un lado el género y las expectativas y menos el entorno y la manoseada brecha generacional, ni tampoco la orientación política o la preferencia religiosa; si enumeramos todas las cosas que atentan para que podamos entendernos nos encontraremos con muchas buenas razones para ser incomprendidos, pero hay una buena noticia, tenemos más cosas en común que nos obligan a comprendernos, que las que nos inducen a la incomprensión.

Un medico jamás pensara como un abogado, pero la necesidad del galeno para resolver una acusación por mala praxis, lo acercara ineludiblemente a comprender las artimañas del leguleyo, por el lado contrario el experto en derecho no tendrá alternativa ante las ordenes del discípulo de Hipócrates, cuando se trate de una patología que pueda ser peligrosa para su existencia.

El maestro y el alumno a veces no se soportan, pero la necesidad de impartir conocimiento, si es que ejerce por vocación y no por solución económica, lo lleva a vencer la antipatía, muchas veces natural del educando, en la otra acera de enfrente, el deseo de superación y el anhelo de culminar una meta con éxito lo harán vencer la hostilidad y a aceptar  condiciones ingratas,  imposibles de eludir, pero indispensables para lograr su objetivo final.

El buen mecánico de vehículos automotores (no toderos, como los que pululan en estos tiempos) y un cliente pueden tener posiciones antagónicas, pero ¿Qué hace que se venzan esas contradicciones y puedan entenderse a pesar de los conflictos? Simple, el del carro necesita un trabajo garantizado, para no estar todos los días montado en una grúa y el del taller un cliente permanente, (ojo no diario) que le pague sus emolumentos, porque él depende de esas entradas monetarias para sostener su familia.

Los buenos políticos abundan como la arena en el Sahara y los malos gobernantes proliferan como el agua en el Atlántico, los primeros son especialistas en demagogia y en manipulación de las masas y en eso son summa cum lauden y los segundos son el resultado de esa extraña metamorfosis, muy extraordinarios convenciendo a las muchedumbres de sus bondades y habilidades, pero pésimos en la administración eficaz de los recursos que les fueron confiados en sus manos, no pueden llevar a la práctica los altos pensamientos  que magistralmente manifestaron por caudalosos ríos de verborrea  fantasiosa, arrastrando en su borrasca a los que estaban en las orillas de su peligroso caudal. El político es un promesero consumado y el gobernante es un estadista capacitado. Rara vez un buen político deriva en un buen gobernante, pero las mayoría de las veces los buenos políticos son un verdadero chasco como gobernantes.

¿Qué los hace converger en la misma dirección? Aunque las motivaciones son distintas son las personas el denominador común para ambos, unos porque quieren servirse de las personas y los otros porque quieren servir a las personas.

Somos incomprendidos no cabe la menor duda, pero cada uno necesita de su contra parte, este mundo no fue hecho para vivir aislados y menos para que la incomprensión nos haga desistir de dar o recibir ayuda, a pesar de las diferencias, Ud. y yo nos necesitamos en menor o mayor proporción y si exclusión de ninguna clase absolutamente todos necesitamos del Único Dios y Señor del Universo: JESUCRISTO.


Por el pastor: Fernando Zuleta V.














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