Generalmente surgen porque somos diferentes como individuos y
eso va desde lo físico a lo intelectual, ocupación u oficio, pasando por lo emocional
y lo cultural, sin dejar a un lado el género y las expectativas y menos el
entorno y la manoseada brecha generacional, ni tampoco la orientación política
o la preferencia religiosa; si enumeramos todas las cosas que
atentan para que podamos entendernos nos encontraremos con muchas buenas
razones para ser incomprendidos, pero hay una buena noticia, tenemos más cosas
en común que nos obligan a comprendernos, que las que nos inducen a la incomprensión.
Un medico jamás pensara como un abogado, pero la necesidad
del galeno para resolver una acusación por mala praxis, lo acercara
ineludiblemente a comprender las artimañas del leguleyo, por el lado contrario
el experto en derecho no tendrá alternativa ante las ordenes del discípulo de Hipócrates,
cuando se trate de una patología que pueda ser peligrosa para su existencia.
El maestro y el alumno a veces no se soportan, pero la necesidad
de impartir conocimiento, si es que ejerce por vocación y no por solución económica,
lo lleva a vencer la antipatía, muchas veces natural del educando, en la otra acera
de enfrente, el deseo de superación y el anhelo de culminar una meta con éxito lo
harán vencer la hostilidad y a aceptar condiciones
ingratas, imposibles de eludir, pero
indispensables para lograr su objetivo final.
El buen mecánico de vehículos automotores (no toderos, como los
que pululan en estos tiempos) y un cliente pueden tener posiciones antagónicas,
pero ¿Qué hace que se venzan esas contradicciones y puedan entenderse a pesar de
los conflictos? Simple, el del carro necesita un trabajo garantizado, para no
estar todos los días montado en una grúa y el del taller un cliente permanente,
(ojo no diario) que le pague sus emolumentos, porque él depende de esas
entradas monetarias para sostener su familia.
Los buenos políticos abundan como la arena en el Sahara y los
malos gobernantes proliferan como el agua en el Atlántico, los primeros son
especialistas en demagogia y en manipulación de las masas y en eso son summa
cum lauden y los segundos son el resultado de esa extraña metamorfosis, muy extraordinarios
convenciendo a las muchedumbres de sus bondades y habilidades, pero pésimos en la
administración eficaz de los recursos que les fueron confiados en sus manos, no
pueden llevar a la práctica los altos pensamientos que magistralmente manifestaron por caudalosos
ríos de verborrea fantasiosa, arrastrando
en su borrasca a los que estaban en las orillas de su peligroso caudal. El político
es un promesero consumado y el gobernante es un estadista capacitado. Rara vez
un buen político deriva en un buen gobernante, pero las mayoría de las veces
los buenos políticos son un verdadero chasco como gobernantes.
¿Qué los hace converger en la misma dirección? Aunque las
motivaciones son distintas son las personas el denominador común para ambos,
unos porque quieren servirse de las personas y los otros porque quieren servir
a las personas.
Somos incomprendidos no cabe la menor duda, pero cada uno
necesita de su contra parte, este mundo no fue hecho para vivir aislados y
menos para que la incomprensión nos haga desistir de dar o recibir ayuda, a
pesar de las diferencias, Ud. y yo nos necesitamos en menor o mayor proporción y
si exclusión de ninguna clase absolutamente todos necesitamos del Único Dios y
Señor del Universo: JESUCRISTO.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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