La soledad no me abruma, ni me conmueve.
no me aprisiona con lasos de ansiedad,
No me ata con cuerdas de dolor,
No me encarcela en laberintos de angustia,
No me lleva al desierto de la melancolia,
De lejos me muestra la escoria humana,
Me advierte sobre la tragedia de los vivos,
Los mira en el vendaval de sus penurias,
Cargados de la miseria que arrastra el odio,
Saturados por el desvarío del orgullo,
Enajenados por la altivez del frio ego,
en medio de multitudes incontables,
Deambulan sin disfrutar de la existencia,
Son cadáveres insepultos, escapados de yertas tumbas.
Viven en la multitud abandonados,
Esa es la soledad que devasta y mata, rodeados de individuos y alejados de la calidez humana.
El silencio no cambia la realidad presente,
No anula el paso inclemente del tiempo,
No perturba al caminante en su travesía,
No se interpone en los avatares de la vida,
Es siempre el compañero digno y leal,
En medio de las crudas borrascas del camino,
La soledad y el silencio son mis compañeros,
Nunca me han abandonado, jamas me han dejado,
No los a cambiado el tiempo, permanecen impertérritos,
Las circunstancias no los mudan de semblante,
permanecen con su dignidad inconmovibles,
ofreciendo su apoyo sin desear retribucion alguna, son los que amo los que me torturan,
Porque ellos estan entrelazados con mi espíritu,
Sin poder ser separados, al permanecer fusionados a mi ser,
Son como la sangre que hace fluir la vida
Que al separarse acaba con la existencia.
El odio no nos mata,el desamor nos elimina.
La soledad y el silencio me acompañan,
ellos son mi consuelo en la desventura,
ellos me ayudan a pasar el frio invierno
en el otoñal derrotero de mi vida.
Por el pastor: Fernando Zuleta Vallejo
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