Una vida hecha pedazos es más, es difícil de recomponer que
unir los cientos de pedazos de un Boeing 777 que ha caído de treinta y cinco mil pies
de altura, dejando una estela de varios kilómetros de desechos esparcidos a lo
largo y ancho en su vertiginosa caída.
¿Por qué es tarea tan compleja restaurar una persona?
Sin lugar a dudas la causa que ocupa el primer lugar es
porque es un individuo y como tal tiene su propia cosmovisión; su especial
versión de los hechos; la valoración particular de los sucesos; la
interpretación personal de las circunstancias y la calificación de cada
situación vivida, además se agrega a eso su sensibilidad, su percepción su
intuición y la capacidad de lidiar con cosas inesperadas y jamás presupuestadas
en su vida
.
La otra cosa que surge como una verdadera montaña en el
intrincado camino de la restauración, es ser de la idea casi general de que no
soy merecedor de ser el protagonista directo de una prueba tan terrible en la
que me encuentro inmerso y la ineludible pregunta siempre es ¿Por qué me pasa
esto a mí? En esta coyuntura es donde hay que llevar a la persona a ver el
problema como un medio para que adquiera carácter y madurez espiritual; cuando
logramos que acepte la dificultad como mecanismo para superar sus propias
carencias y debilidades, hemos recorrido la mitad del camino para restaurar al
individuo.
Si tomamos las malas experiencias, como enseñanzas practicas
y viendo en ellas la oportunidad de superación, nunca cuestionaríamos las
dificultades, sino que las consideraríamos como aliados, aunque no deseados,
pero inevitables en el camino por donde nos toca transitar.
A mí me encanta la frase “eso solo me pasa a mí y al pato
Lucas” por la razón de que al menos se está considerando que hay alguien más
que se encuentra con las mismas dificultades y aunque ese alguien sea de
ficción, es una admisión que no está
solo en lo paupérrimo de la insólita situación que está viviendo; siempre
recuerde, el pato Lucas lo está acompañando sea cualquiera la ruta que este
recorriendo.
En tercer lugar están las heridas infringidas en el combate
que le toco librar sin sanar y ellas se abren cada vez que el recuerdo amargo
de disputas pasadas viene a la memoria, por lo cual se tiene que echar bálsamo
sobre ellas para suavizarlas y gran cantidad de antisépticos para que sanen
desde el fondo y evitar que solo cicatricen externamente conservando toda la
putrefacción interna, en términos coloquiales esa forma de sanidad se llama
incordio, porque por fuera se ve sana, pero si llega sufrir por leve que sea un
golpe el dolor es insoportable, por dentro esta la carne corrompida y llena de
pus y un tejido en esas condiciones produce horrorosos dolores al menor
contacto que se tenga con él.
La otra situación que atenta contra la restauración es la
falsa idea que es imposible superar el trauma causado y tomando la vía del
pesimismo, lo convertimos en despiadado fatalismo, llegando a la nefasta conclusión de que
nacimos para ser perdedores y nos agarramos del adagio popular que “algunos
nacen con estrella y otros estrellados,” así allanamos el sendero a todo lo
negativo y damos voces de llamado a que nos acompañe la miseria y la
infelicidad.
También surge como un poderoso gigante, el denigrante
pensamiento de que no vale la pena hacer frente a las contingencias presentes y
nos ácimos de otro refrán popular “hay que dejarle eso al tiempo, porque el
cura todas las heridas”, creo que eso es posible si se llega sufrir alzheimer o
la deplorable situación de demencia senil o cualquiera enfermedad que anule la
capacidad de recordar o rompa el equilibrio mental, pero mientras el cerebro
funcione y haya neuronas, el tiempo no va ser nuestro mejor aliado para sanar
heridas del alma y del espíritu. No hay peor manera de enfrentar una enfermedad
que declarar que nos ha vencido y entregarnos a su capricho sin pelear contra
ella. Dejar que las cosas continúen su marcha y esperar que el azar sea quien
decida por nosotros, es renunciar a ser persona o individuos con capacidad
sobrada de cambiar el rumbo de los acontecimientos. No podemos ser vencidos por
los vaivenes caprichosos de las circunstancias, sino vencedores en todas las
que se presente, no fuiste creado para ser derrotado sino para ser más que
vencedor.
Hasta aquí hemos hablado de lo que atenta contra la
restauración, en el próximo post, lo haremos de lo positivo y de los mecanismos
para conseguirla.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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