Nos encontramos frecuentemente con la verdad cierta de
personas destrozadas moral y espiritualmente, oírlas hablar de sus penurias nos
humaniza y sensibiliza, porque hemos experimentado en carne propia muchas de
sus cuitas y precisamente por haber pasado por el horno de fuego abrazador que
ha quemado nuestras escorias y nos ha refinado, es que podemos ponernos sus
zapatos y saber donde aprietan y en que lado hay ampolla en lugar de cayo.
Siempre para el enfermo, el mejor impulso para incitarlo a
superar su mal, es crearle esperanza, porque ella abre las compuertas de las
oportunidades y hay que entender que un hombre sin esperanza es como un barco
sin timón, está completamente a la deriva y se mueve para donde las caprichosas
olas lo impulsen.
La esperanza avizora en la lejanía nuevas y especiales
oportunidades y quita los pesados barrotes que rodean al hombre sin ella, un
ser sin esperanza esta enclaustrado siendo prisionero de sus resentimientos y
temores, cuando no hay esperanza estamos rodeados de murallas infranqueables
creando un ambiente que aprisiona y asfixia, "el enconchamiento o síndrome de la
ostra" es la manifestación contundente de la desconfianza en un mundo que
amenaza seriamente con devorarnos, porque cada vez nos hiere, nos maltrata, nos
desecha o menosprecia y todo este cumulo de infamia termina por hacernos
desconfiar hasta de nosotros mismos.
Sin embargo estamos obligados a estar por encima de la vileza
y nuestra misión no es sucumbir ante sus ataques arteros y despiadados, porque
ella es una condición de flaqueza humana y toda debilidad humana reclama ser
derrotada, por cierto las únicas cosas que permanecen impolutas son las que dan
brillo y hacen resaltar al ser humano como bienhechor, lo demás queda en
sombras que no tienen ninguna preponderancia, ni transcendencia en la vida de
los hombres.
Crea esperanza y trazaras el camino victorioso, ella remueve
todos los escombros, quita los escoyos, horizontaliza la cuesta, allana los
cerros, hace puentes sobre los ríos y crea las vías para transitar por
cualquiera sea el accidente geográfico. La esperanza tiene la virtud de
impulsarnos a acometer las tares más difíciles, porque nos enseña a ver al
frente y todo el que mire siempre al frente descubrirá las dificultades antes
de que se presenten y está preparado para vencerlas.
Por otro lado nadie que pretenda eliminar de su existencia el
pesado fardo que causa el dolor moral, podrá tener éxito en tan descomunal
empresa, sino tiene la capacidad de perdonar a quien se lo infringió, el perdón
no debe darse pretendiendo solo borrar la cuenta pendiente con el ofensor,
porque esto es lo menos importante, sino para el bienestar personal, porque
quien verdaderamente saca buenos dividendos del perdón es el que perdona, ya
que directamente recibe todos los beneficios y son muchos, entre ellos: la paz
interior( consigo mismo) la paz exterior (con el ofensor) la paz espiritual
(con Dios), y la paz general (con la naturaleza y su entorno). Además de esto
recobra la sindéresis y aprende a dominar los bajos impulsos, se capacita para
ser de ayuda a sus semejantes y cuando alguien le hable de sus sentimientos o
dificultades tendrá herramientas poderosas para impulsarlo a ser victorioso.
Pero no solo esto sino también que al pasar por situaciones
extremas e inéditas reforzara sobremanera su carácter y dará una dimensión
nueva a su personalidad, capacitándose poderosamente para cuando otro vendaval
toque su vida, ya no estará desguarnecido, ni a la intemperie, ahora sabe cómo
enfrentar las borrascas turbulentas, porque ha hecho puentes más elevados y sólidos
capaces de aguantar todo envite de la naturaleza.
Finalmente se necesita una dosis de fe, la cual está definida
como la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, esta fe
por supuesto no es personal, sino en el Único Dios Verdadero revelado en su
Hijo Jesucristo. Todo te puede fallar pero Jesucristo jamás. Pruébalo y
compruébalo.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.
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