Hace 30
años en una carpa en Ocumare del Tuy, vi por primera vez a Carlos Verliac, de
contextura fuerte, de recia
personalidad, voluntad inquebrantable y de fortísimo carácter, todo esto
reunido en la humanidad de un gaucho de un poco de más de 50 años, 1,80 de
estatura y una masa de unos 83 kilos de peso, que daba una apariencia bronca y
ruda, que a más de uno intimidaba y hacia titubear ante su mirada penetrante
pero franca y sincera, recuerdo que ese día estaba ocupado colocando algunas
amarras de la carpa que la noche anterior fueron aflojadas por un vendaval que
sacudió todos los valles del Tuy y la carpa por supuesto no escapo a su
arremetida violenta, allí estaba inclinado y fiel a su costumbre refunfuñando
por lo que había pasado.
Durante
muchos años lo acompañe en distintas oportunidades y producto de ese permanente
acercamiento fui conociendo quien era y porque actuaba o reaccionaba en formas
muy poco ortodoxas y desconcertantes para muchos, tengo el honor de haber oído
de sus propios labios al referirse a mi persona decir: "chico, tu eres el
único siervo con el que nunca he tenido disgustos o mal entendidos". Mi
respuesta fue simple: a mí me enseñaron a no hacerle caso a los locos, esta
respuesta jamás era con sentido peyorativo, sino que enmarcaba el alto grado de
confianza y el sabia que en ningún momento obedecía a estigmatización o
menosprecio.
Son muchas
las anécdotas o bien que las pasamos juntos o que el mismo me hizo partícipe de
ellas, me acuerdo cuando yendo vía Nueva Cua, con toda su familia el más
pequeño de sus hijos en ese momento era el tercero y aun no había arribado al
primer año de vida, inesperadamente comenzó a silbar, todos nos sorprendimos y
Carlos exclamo ¡mira la hora en que comenzó a chiflar!
En otra
ocasión después de haber traído una voluminosa carpa de Clarines para levantar en un terreno que nos había prestado el municipio y que usaríamos
como lugar de reunión de la iglesia, comenzamos la pesada tarea de elevarla y
por supuesto Carlos era el que comandaba las acciones, primero porque el tenia
experiencia en el asunto y segundo, porque
que el dirigía el grupo que allí se iba a congregar, todos los demás
solo recibíamos ordenes, ya que éramos novatos y primerizos en estas lides, el
asunto es que donde se sostenían las amarras eran puntas de eje de carros y
mientras uno aguantaba la punta de eje el otro con una mandarria de 14 kilos la
hundía en el terreno hasta que quedara firme y adecuada para la brinda, pero la
impaciencia de Carlos y el deseo de hacer las cosas rápido y bien hacia que
reclamara, regañara y sermoneara
constantemente a los que ayudábamos, hubo uno que un momento determinado no
aguanto la presión y soltando la mandarria aun costado exclamo con signos de
visible impotencia: ¡oren por mí que el diablo me está poniendo en la mente que
le dé un mandarriazo al hermano Carlos! después que los ánimos estaban más
tranquilos al rato de este incidente
llame a parte al hombre de la historia y le pregunte ¿ qué te sucedió? Este me respondió: a veces veía el eje con
pelo y me di cuenta que lo que estaba viendo en realidad era la cabeza del hermano Carlos, ya que el
agachado era el que sostenía la estaca y como siempre regañaba y reclamaba me
tenia indispuesto y mal humorado, demás esta decir que Carlos en lo que resto
del trabajo para levantar la carpa no sostuvo mas estaca alguna.
Recién
llegado se fue con un acompañante a vender naranjas en la Guaira, consiguieron
un lugar donde ubicarse y a trabajar, llegada la tarde fue hora de recoger los
bártulos y regresar a casa cumplida la labor y el ayudante comienza a guiarlo
para salir del sitio y así puedan tomar
la vía de regreso, Carlos al volante de la camioneta escucha la voz y cuando
dice dale, dale... comienza a retroceder, hasta que escucha otra nueva orden ¡
ya va! y el acelera y lo que a continuación oye y siente es el impacto sobre
otro vehículo que esta atrás, se baja a reclamar a su ayudante, ¿pero chico
como es que tú me estabas guiando y me haces chocar? el acompañante le responde
no le dije que ya va y eso que quiere decir, ¡que pare!, le responde el aludido, yo creía que significaba
que le diera mas rápido. A mí me paso igual recién llegado a Venezuela, así es
que ya somos dos.
Carlos
Verliac siempre me inspiro por su temple y disposición, jamás lo vi rehusar el
cumplimiento de sus obligaciones y siempre ha estado dispuesto a caminar la
segunda milla, ha sido amigo fiel y de tras de esa fachada dura y granítica
esta el alma tierna de un hombre sensible que ama a Dios y su prójimo no a su
manera, sino la forma que Dios lo ha determinado.
No puedo expresar con palabras lo que ha
significado para mi ser su amigo, pero puedo decir que siempre estuve muy atento
a todo aquello que expresaba o hacia y pase por alto las nimiedades que representaron
los deslindes de su carácter, porque aprendí a conocer el hombre interno y no
la apariencia externa. Te vi y oí suplicar noches enteras a Nuestro Señor por
las flaquezas ajenas o propias y eso no lo hace sino un hombre de corazón de
carne y revestido de ternura. Muchos hemos sido afortunados y bendecidos por ti
y eso no es otra cosa que un don de Dios. Honra a quien honra merece.
Por el
pastor: Fernando Zuleta V.
Soy un gran amigo de Carlos. Mi nonbre es Ismael Con Carlos tenemos mil batallas y todas ganadas.
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