martes, 6 de agosto de 2013

CARLOS RAIMUNDO VERLIAC :RECORDANDO UN AMIGO


                        

Hace 30 años en una carpa en Ocumare del Tuy, vi por primera vez a Carlos Verliac, de contextura fuerte,  de recia personalidad, voluntad inquebrantable y de fortísimo carácter, todo esto reunido en la humanidad de un gaucho de un poco de más de 50 años, 1,80 de estatura y una masa de unos 83 kilos de peso, que daba una apariencia bronca y ruda, que a más de uno intimidaba y hacia titubear ante su mirada penetrante pero franca y sincera, recuerdo que ese día estaba ocupado colocando algunas amarras de la carpa que la noche anterior fueron aflojadas por un vendaval que sacudió todos los valles del Tuy y la carpa por supuesto no escapo a su arremetida violenta, allí estaba inclinado y fiel a su costumbre refunfuñando por lo que había pasado.

Durante muchos años lo acompañe en distintas oportunidades y producto de ese permanente acercamiento fui conociendo quien era y porque actuaba o reaccionaba en formas muy poco ortodoxas y desconcertantes para muchos, tengo el honor de haber oído de sus propios labios al referirse a mi persona decir: "chico, tu eres el único siervo con el que nunca he tenido disgustos o mal entendidos". Mi respuesta fue simple: a mí me enseñaron a no hacerle caso a los locos, esta respuesta jamás era con sentido peyorativo, sino que enmarcaba el alto grado de confianza y el sabia que en ningún momento obedecía a estigmatización o menosprecio.

Son muchas las anécdotas o bien que las pasamos juntos o que el mismo me hizo partícipe de ellas, me acuerdo cuando yendo vía Nueva Cua, con toda su familia el más pequeño de sus hijos en ese momento era el tercero y aun no había arribado al primer año de vida, inesperadamente comenzó a silbar, todos nos sorprendimos y Carlos exclamo ¡mira la hora en que comenzó a chiflar!

En otra ocasión después de haber traído una voluminosa carpa de Clarines para levantar en un terreno que nos había prestado el municipio y que usaríamos como lugar de reunión de la iglesia, comenzamos la pesada tarea de elevarla y por supuesto Carlos era el que comandaba las acciones, primero porque el tenia experiencia en el asunto y segundo, porque  que el dirigía el grupo que allí se iba a congregar, todos los demás solo recibíamos ordenes, ya que éramos novatos y primerizos en estas lides, el asunto es que donde se sostenían las amarras eran puntas de eje de carros y mientras uno aguantaba la punta de eje el otro con una mandarria de 14 kilos la hundía en el terreno hasta que quedara firme y adecuada para la brinda, pero la impaciencia de Carlos y el deseo de hacer las cosas rápido y bien hacia que reclamara, regañara  y sermoneara constantemente a los que ayudábamos, hubo uno que un momento determinado no aguanto la presión y soltando la mandarria aun costado exclamo con signos de visible impotencia: ¡oren por mí que el diablo me está poniendo en la mente que le dé un mandarriazo al hermano Carlos! después que los ánimos estaban más tranquilos al rato  de este incidente llame a parte al hombre de la historia y le pregunte ¿ qué te sucedió?  Este me respondió: a veces veía el eje con pelo y me di cuenta que lo que estaba viendo en realidad  era la cabeza del hermano Carlos, ya que el agachado era el que sostenía la estaca y como siempre regañaba y reclamaba me tenia indispuesto y mal humorado, demás esta decir que Carlos en lo que resto del trabajo para levantar la carpa no sostuvo mas estaca alguna.

Recién llegado se fue con un acompañante a vender naranjas en la Guaira, consiguieron un lugar donde ubicarse y a trabajar, llegada la tarde fue hora de recoger los bártulos y regresar a casa cumplida la labor y el ayudante comienza a guiarlo para  salir del sitio y así puedan tomar la vía de regreso, Carlos al volante de la camioneta escucha la voz y cuando dice dale, dale... comienza a retroceder, hasta que escucha otra nueva orden ¡ ya va! y el acelera y lo que a continuación oye y siente es el impacto sobre otro vehículo que esta atrás, se baja a reclamar a su ayudante, ¿pero chico como es que tú me estabas guiando y me haces chocar? el acompañante le responde no le dije que ya va y eso que quiere decir, ¡que pare!, le  responde el aludido, yo creía que significaba que le diera mas rápido. A mí me paso igual recién llegado a Venezuela, así es que ya somos dos.

Carlos Verliac siempre me inspiro por su temple y disposición, jamás lo vi rehusar el cumplimiento de sus obligaciones y siempre ha estado dispuesto a caminar la segunda milla, ha sido amigo fiel y de tras de esa fachada dura y granítica esta el alma tierna de un hombre sensible que ama a Dios y su prójimo no a su manera, sino la forma que Dios lo ha determinado.

No puedo expresar con palabras lo que ha significado para mi ser su amigo, pero puedo decir que siempre estuve muy atento a todo aquello que expresaba o hacia y pase por alto las nimiedades que representaron los deslindes de su carácter, porque aprendí a conocer el hombre interno y no la apariencia externa. Te vi y oí suplicar noches enteras a Nuestro Señor por las flaquezas ajenas o propias y eso no lo hace sino un hombre de corazón de carne y revestido de ternura. Muchos hemos sido afortunados y bendecidos por ti y eso no es otra cosa que un don de Dios. Honra a quien honra merece.

Por el pastor: Fernando Zuleta V.
























1 comentario:

  1. Soy un gran amigo de Carlos. Mi nonbre es Ismael Con Carlos tenemos mil batallas y todas ganadas.

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