domingo, 10 de marzo de 2013

HUGO RAFAEL CHAVEZ FRIAS







Despertó pasiones, reavivó conciencias, creó esperanzas y alimentó sueños, tal vez una de sus habilidades más sobresalientes fue la de sacar del letargo de las mentes adormecidas por el narcótico politiquero que durante décadas habían administrado los políticos de oficio al pueblo haciéndole creer que solo habían dos alternativas que tenían sentido y viabilidad para administrar la nación.

Como buen militar fue un hombre de confrontaciones y al parecer disfrutaba el hecho de tener que dirimir sobre el terreno de las realidades las batallas de la vida, políticamente fue un verdadero zorro y ganó cada uno de los choques frontales contra sus oponentes, su bandera fue enarbolada con la consigna de proteger a los desposeídos y enfiló sus baterías a la conquista de la felicidad de quienes nunca la habían disfrutado, esto por supuesto genero una simpatía  de las grandes mayorías, creando un fervor en las masas sin parangón en la historia contemporánea de los pueblos, que derivó en apoyo sin limitaciones y objeciones, todo lo que hacía era bueno y todo lo que decía era aceptado incondicionalmente.

La característica principal de un líder es que hace que los demás lo sigan y en esto fue un verdadero maestro, pues sus seguidores se multiplicaban no aritmética sino geométricamente de allí que, aunque el tiempo produce desgaste, siempre ganó las contiendas políticas sin apremios ni presiones. No creó palabras nuevas pero usó muchas desconocidas que sus adeptos repetían haciéndolas populares, tanto que las dicen por igual camaradas y antagonistas. Su estilo pueblerino y su lenguaje coloquial lo hizo muy cercano a los "pata en el suelo", ganando la admiración y el reconocimiento de quienes ahora se sentían tenidos en cuenta y habían encontrado un paladín defensor de sus angustias y frustraciones. Escuché y participé de muchas conversaciones de personas, sobre todo de la tercera edad, y todas reconocían que jamás alcanzaron en épocas pasadas lo que en este momento disfrutaban, como me decía una matrona próxima a celebrar sus ochenta, estrenando una casa que el gobierno le había  adjudicado “yo no sabía que el petróleo era nuestro y que podía disfrutarlo”.

Viendo al pueblo desbordado, creando verdaderos ríos humanos, soportando la inclemencia del clima, horas de colas interminables, pasando todos los malestares y soportando todas las contingencias para darte la ultima y fugaz despedida, solo puedo concluir que te admiraron, te amaron y lo que hiciste por ellos no podrá cambiarlo ni la historia, ni la negación de la realidad, ni la desvirtuacion de la verdad. Paz a sus restos comandante.

Por el pastor: Fernando Zuleta V.



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