lunes, 25 de junio de 2018

DOMINIO



Ha sido una constante en la historia de la humanidad la propensión a dominar, parece que la inclinación generalizada es tener bajo control a los congéneres,  muchos piensan que solo hay dos grupos que componen la masa de habitantes terráqueos. Los que ordenan y los que obedecen. Los primeros se consideran privilegiados, creen con firmeza que su aparición en este mundo está signado por la providencia  para subyugar y desde tiempos antiquísimos se han considerado herederos de los dioses, tanto que algunos  han pretendido ser de origen divino y a pesar del avance en las ciencias y el saber, arrastramos en estos tiempos tan tecnificados el pesado lastre de las monarquías ancestrales, donde pululan los reyes y príncipes.

No deja de ser llamativo el hecho de que ningún estado quiera el gobierno de Dios y anhele con ansiedad el de los hombres, desde sus albores el mismo pueblo elegido por Dios para que lo diera a conocer en el mundo entero, rechazo la teocracia y decidió la monarquía, las razones siguen siendo hoy las mismas que hace milenios atrás, un gobierno de Dios exige un elevado estándar moral y el de los hombres permite el libertinaje. 

Toda la pugnacidad y el antagonismo surgido de los seres humanos contra Dios viene del deseo incontrolado del hombre de querer tener todo sin reciprocidad, en los tiempos que corren el hedonismo ha alcanzado decibelios cada vez más altos al reclamar derechos, sin practicar deberes. La libertad la definen como el medio para hacer lo que venga en gana, sin aceptar ninguna responsabilidad de su parte. Los sibaritas del sexo solo quieren disfrutar el placer que origina las relaciones  sexuales, sin importar o reconocer las implicaciones que conlleva al hacerlo sin discriminación, ni freno, ni control.

Somos dominados por que no somos capaces de controlar nuestro propio espíritu, le damos rienda suelta a todas las apetencias mundanales y el espíritu pierde la capacidad de acción y al ser debilitado es sometido por los que tienen la fuerza y el poder físico.
Un espíritu que acepta la esclavitud se somete a la peor bajeza y aunque lo liberen seguirá siendo esclavo, porque su pensamiento y mente permanecerán sometidos, porque ha desaparecido la capacidad de tomar sus propias decisiones. 

Las cadenas de hierro no son las que esclavizan, sino los eslabones enclaustrados en la mente que terminan con el sentido de libertad y toman la esclavitud como estilo de vida. Si se piensa como esclavo no habrá poder que  libere, si piensa como libre no habrá poder que  esclavice.

La esclavitud seguirá siendo más un acto de sometimiento voluntario, que una aptitud de poder del esclavista.

POR EL PASTOR: FERNANDO  ZULETA VALLEJO

No hay comentarios:

Publicar un comentario