martes, 25 de abril de 2023

LAS TRICHERAS DEL ODIO

LAS TRINCHERAS DEL ODIO La trinchera es un lugar para resguardarse del enemigo y al mismo tiempo sirve para atacarlo, es un parapeto que permite agazaparse sin ser visto, con una visión panorámica y un buen radio de terreno cubierto. Esto tiene un propósito especial, no permitir el avance del enemigo y causarle las mayores bajas, sin recibir ninguna. Una bien elaborada trinchera puede convertirse en inexpugnable, pero tiene la desventaja de ser estática, así es que solo sirve para frenar al contrario, sin permitirle tomar el terreno del adversario. Esto pasa en el campo real de la guerra convencional, estas son trincheras físicas, pero también existen las trincheras espirituales donde las barreras se construyen en la mente y están hechas de odio en grandes dosis. Cuando las autoridades muestran el perfil psicológico de algún sicópata que ha llevado los pensamientos ocultos a la práctica visible, ocasionando la muerte trágica de personas que de manera general nada tienen que ver con el desquiciado mental, es porque las terribles heridas recibidas en el pasado, jamás cicatrizaron y al contrario cada día se hicieron más profundas causando un dolor insoportable, llegando a la conclusión que solo vertiendo el odio, lo eliminara y toman las fatales determinaciones de asesinar sin piedad y contemplación. Jamás se consigue un asesino en serie que no tenga en su pasado una tragedia producida por la sociedad o las personas y esa es la razón por la que elige individuos como blanco de sus ataques virulentos, es un resentido contra las normas de la sociedad y arremete con ferocidad contra su componente principal que son las personas. Las trincheras del odio se levantan en terrenos aderezados por el resentimiento, que a su vez incuba el deseo de venganza y cuando esa sed ya es insaciable salta de su resguardo ocasionando horror y destrucción en todo aquel que considere responsable por su miseria espiritual. Todo ese odio acumulado rompe cualquiera sea el dique que lo haya contenido y termina desparramando sobre otros su veneno mortal, y al mismo tiempo se auto-destruye y como el escorpión en un estado de furia incontenible se aguijonea sin compasión hasta producirse su propia muerte. El odio es un veneno mortal, que se amontona en recipientes de rencor y cuando están saturados, comienza el derrame que igual que pasa con las abominables manchas de petróleo, se extienden contaminando todo y solo queda la estela negra, como marca indeleble y sello de su paso destructivo. El odio entre más tiempo permanezca atrincherado, más letal resulta, porque se ha compactado y eso hace que su liberación cubra un gran perímetro y se extienda con mayor velocidad, el odio cuando por largos periodos ha permanecido oculto por las capas de la hipocresía, es como la mítica caja de pandora, que todo su contenido eran terribles y malignos demonios que al ser liberados llenaron la mente y el corazón del hombre de las peores y abominables pasiones, contándose el, entre ellas. El odio se extiende como una pavorosa sombra y todo lo que invade lo convierte en árido y tormentoso desierto, una mente controlada por el odio vive en un mar de tempestades infinitas que no le permite ni un momento de quietud y de paz. Así es que esta temible pasión, arruina la existencia de quien la padece y destruye la vida de quienes son blancos de sus ataques violentos y despiadados. 

Me recuerdo de un asesino que conocí en mi juventud, el odio se entrono en su corazón y se fusiono de tal manera con su personalidad, que marcharon unidos como siameses imposibles de separar por compartir órganos vitales para sobrevivir, su existencia giraba en torno a sus sentimientos que alimentaban su sed de venganza perenne y como verdugo implacable, ejecuto toda sentencia contra aquellos que él consideraba dignos de muerte; todo comenzó cuando el siendo un niño, presencio el ataque feroz contra su padre en el pequeño abastos de su propiedad, por dos sicópatas de los miles que produjo, la malhadada política colombiana, y lo atacaron a tiros y convencidos de que lo habían asesinado, emprendieron la retirada a una de las tantas regiones boscosas del lugar, no lo alcanzaron a matar, pero durante los dos años siguientes y después de una penosa y dura rehabilitación usando muletas podía moverse, aunque jamás llego a sanar por completo, siendo siempre su caminar lento y penoso, lo recuerdo muy bien asiéndose de los exhibidores y los estantes para poder caminar; las heridas que hicieron en el alma de este imberbe, tampoco se serraron y cada vez que veía a su progenitor tratar de caminar y de esforzarse para prestar atención al público, sentía que sobre ellas estaban echando asido corrosivo, que laceraba su corazón y traspasaba su alma atormentada por el agudo dolor que le produjo tan trágica experiencia y la continuidad del horror de ver todos los días a su padre en tan mísera condición. Hizo un plan, para saciar la sed de venganza que su odio irresistible lo impulsaba con fuerza incontrolable y se alisto cuando tuvo la edad exigida en el servicio militar, en su mente estaba aprender a manejar y a usar todo tipo de armas que estuvieran al alcance, tanto que eligió como rutina la de armero y mantenimiento de ellas, porque un día encontraría a los criminales, que habían dejado a su padre semi-paralitico y les ajustaría cuentas, cuando termino su tiempo reglamentario en el ejército, concurso para ser policía y siendo admitido volcó toda su insania mental contra todos aquellos que consideraba al margen de la ley, sin dejar de pensar y de rumiar su objetivo final, fueron muchos los que ejecuto, porque llegaba a la conclusión de que eran ladrones, drogadictos, hampones, distribuidores de droga o estaban en cualquiera otra actividad delictiva y como el hombre de la etiqueta, de la exitosa novela venezolana, “por estas calles”, eran irrecuperables; era temido en se lugar y el pueblo le puso el remoquete de : mano negra. Y como todos los asesinos de esa categoría, muy astuto y escurridizo, además se resguardaba en un uniforme que el Estado le había provisto como guardián del orden, pero él se convirtió en ley y verdugo; juez y justiciero y como todos los que aparecían muertos en los callejones tenían prontuario policial, no había mucho interés, en saber ¿Quién? O ¿Por qué? los asesinaron. 

 Pasaron años hasta que un día recibió la notificación del lugar donde todos los sábados frecuentaba uno de los que tirotearon a su padre y después de reunir toda la información, asegurando con certeza la exactitud de ella, el recordaba los rostros de aquellos hombres con nitidez y claridad, ya que en sus más negras y permanentes pesadillas siempre los veía una y otra vez accionando las armas contra la humanidad indefensa de su padre y sin omitir detalle hizo todos los cálculos de la siniestra operación y anticipándose a los cambios en su fisonomía por el estrago que pudiera ocasionar el paso imperturbable del tiempo, consiguió un compinche que identificara al individuo y marcho a la ejecución de su macabro plan, para realizar la venganza esperada por más de veinte años, instalados en lo que allá se llama un café, ambos se situaron en lugares estratégicos y con previa señal acordada su cómplice identificaría al personaje de marras , espero tomando tinto y mientras tomaba los sorbos de la deliciosa bebida, también saboreaba lo cerca que estaba la terrible venganza, por unas dos horas permanecieron al asecho, como un felino esperando su presa, cuando por fin hizo irrupción en el lugar, eligiendo una meza, justo al frente de su verdugo implacable, que sin vacilación de ninguna naturaleza, se levantó de su silla y dirigiéndose a su víctima, lo interrogo diciéndole: ¿es Ud., Rigoberto Martin? El otro asintió, diciendo: sí; que bien, con Ud. quería hablar; lo más seguro es que este criminal intuyo que algo andaba mal y le respondió. Espéreme un momentico que ya vengo, la respuesta del otro fue: ¡no hay tiempo!, saco las dos pistolas y le dijo: se acuerda de Nicanor Meneses y lo que paso en Naranjal, yo soy hijo de esa persona y fui testigo cuando Ud. y su compañero lo pasaron a balazos, imprimiendo vehemencia y fuerte énfasis a sus palabras saturadas por el odio y el rencor guardados durante tanto tiempo en su mente atormentada; de seguro el dantesco y sangriento suceso vino a la mente del homicida como una película de terror, al juzgar por los ojos desorbitados y rostro desencajado que no daban crédito a tan terrorífica realidad, comenzó a recibir el impacto de las mortales descargas de las armas automáticas que le extinguieron la vida, en un instante y para siempre. Recargando de inmediato las dos temibles pistolas con dos nuevos proveedores salió mezclándose con la multitud y la próxima esquina un motorizado lo recogió haciendo un rodeo por la periferia y dejándolo en la ruta de escape que con seguridad nadie esperaba, porque era un camino de herradura que conducía a internarse en parajes solitarios y a pueblos recónditos y alejados, allí habían dos formidables caballos enjaezados y aperados, en uno de ellos estaba colacho su hermano de sangre y con todos los aprestos necesarios iniciaron el escape, para ese momento la camisa verde que con toda intención había sido usada, fue reemplazada por un suéter anaranjado que tenía como guardacamisa y después de recorrer unos 300 mts, rociaron de gasolina y prendieron candela esperando hasta que se convirtiera en cenizas, los pantalones eran unos vaqueros que los usaba la mitad de la población, por la otra parte, el otro compinche se encargaba de dar datos falsos como testigo de primera línea para confundir y hacer menos improbable la identificación del asesino, mientras el motorizado guardaba su vehículo en un lugar seguro y desprovisto de su indumentaria, salió a conocer lo que se comentaba, todos pensaban que se dirigía al centro del estado y hacia allí encausaron la búsqueda radiando y poniendo en alerta a las autoridades del poblado al que supuestamente se dirigía, pusieron alcabalas que por supuesto no dieron ningún resultado esperado y todo quedo bajo la impunidad y el olvido. Después de dos horas de camino llegaron a la fonda lugar donde los arrieros y transeúntes paraban para saborear el famoso sancocho de misia Dolores, comieron opíparamente y continuaron su itinerario sin apremios, ni prisa, aún faltaban 3 horas de viaje para llegar al poblado donde se ocultarían entre la familia por un tiempo prudencial, hasta que las aguas bajaran de nivel y tomaran el cauce normal. Siguiendo el plan metódicamente elaborado, llegaron a plaza vieja un lugar cercano a su destino final y allí uno que había sido encargado de esa tarea tomo los nobles brutos y después de quitarle los aperos y de darles abundante comida los llevo al potrero a pastar con los demás ocupantes del lugar, mientras esto pasaba las sombras de la noche invadían por completo el lugar y cuando todo estaba en total oscuridad vadearon el riachuelo que pasaba por el poblado, eligieron la calle menos transitada, llegando por la parte posterior de la casa materna penetraron al recinto, pero al contrario de lo esperado no sintieron paz, allí estaba el recuerdo que reavivo el odio, la impotencia y el dolor hicieron que las lágrimas en contra de su férrea voluntad rodaran por sus mejillas como testigos mudos de una tragedia sin fin. No estaba ni la madre, ni el padre ambos habían muerto años atrás, los residentes del lugar eran familiares cercanos que habían sido apercibidos con anterioridad de su llegada, pero sin conocer las circunstancias que rodeaban los hechos, pero por la forma por demás inusual de su llegada, pudieron intuir muchas cosas, nunca preguntaron y solo se limitaron a compartir con quienes tenían mucho tiempo sin ver, al otro día salieron a encontrarse con más familiares y demás conocidos y estando en un corrillo con algunos preguntones de oficio y debido a la novedad de tenerlos en el lugar, es que se da a conocer la filo de medio día, la noticia del ajusticiamiento de Rigoberto Marín, colacho exclamo ¡la justicia cojea pero llega! 
 
El odio nunca termina, al contrario aumenta con el tiempo, porque la huellas que deja este acompañante horrendo, jamás se borran, porque no son marcas físicas, sino espirituales y lo que se esculpe en el espíritu y el alma, ocasiona heridas que va profundizando el resentimiento; el único antídoto contra el odio, es el perdón y el perdón no se puede dar sino existe amor y el amor no se obtiene, sino conocemos a Dios y para conocer Dios, hay que conocer a su Hijo Jesucristo, porque escrito esta: porque de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.(Juan. 3:16.) 

El odio es una pasión que el tiempo no borra, sino que agiganta y estremece cada vez que el recuerdo de lo que lo origino viene a la memoria, los recuerdos de infaustos sucesos se agolpan en la mente, como los glóbulos blancos cuando se amontonan para presentar defensa ante una invasión virulenta en el cuerpo, causando dolor en esos sitios específicos, que coloquialmente llamamos secas. Aquí el dolor es en el alma y el espíritu y no hay remedio humano para mitigarlo y menos para curarlo, lo único que da resultado es el tratamiento espiritual y ese solo se encuentra en nuestro Señor y Salvador Jesucristo; esa es la razón por la que El hace el llamamiento: venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os hare descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas. (Mateo. 11:28-29). ¡Más claro imposible!  

Cuando los protagonistas de las historias viven no podemos contarlas usando sus nombres y citando los lugares exactos donde se desarrollaron los acontecimientos por respecto a quienes recibirán el impacto, ya que estuvieron involucrados en forma directa en los sucesos, así es que comenzare mi relato anticipando que todos los nombres son ficticios.

Un amigo de la infancia lo encontro en casa de su tía, haciendo prácticas con una pistola en el terreno de la parte trasera de la vivienda, caminaba se daba media vuelta y con gran rapidez esgrimía el arma y apuntando a un supuesto blanco que llamaba polvoroso, al que le decía: aquí estas hijo del diablo y accionaba en repetidas veces el gatillo, por supuesto que el arma no estaba cargada, era un simulacro, porque en ese lugar no podía usar balas de salva, ni de ninguna especie eso llamaría de inmediato la atención de la gente y una averiguación de las autoridades, ese simulacro era el entrenamiento que durante más de un año realizo, en este lugar de esa manera y en un campo bien lejos de la ciudad, con muñecos que representaban al personaje y con balas verdaderas para saber que tanto progresaba en la velocidad y en la puntería con la pistola. ¿Por qué ese riguroso entrenamiento? Para cobrar una venganza, esa fue la motivación que lo llevo a estar durante 15 largos meses, en lugares lejos del hogar materno, venciendo dificultades de toda naturaleza, abandonar el colegio y dedicarse todo ese tiempo a mejorar su capacidad de reacción y acción con una poderosa y letal arma automática. 

Todo comenzó cuando un viernes en la noche Leonardo su hermano mayor que tenía en el momento 21 años y Ramiro, cómo es común en los pueblos se fueron de parranda, eligiendo uno de los varios centros nocturnos para pasar la noche enfiestados, todos en el lugar eran allegados, Ramiro el protagonista de la historia, se acercó a la mesa donde estaba polvoroso, un conocido de toda la familia, y Ofir una chica que durante un tiempo vivió en su propia casa y que ellos sirvieron de puente para que polvoroso se hiciera amigo de ella, a cuya relación le siguió un embarazo y la decisión posterior de hacer vida marital con él, en un lugar independiente. El asunto es que Ramiro invito a la chica a bailar y sin saberse las razones, polvoroso le negó el permiso, esto lo tomo el otro como un desplante y vinieron las palabras ofensivas y de allí se pasó a la agresión física y Leonardo saliendo en defensa de su hermano menor golpeo a polvoroso, otros intervinieron para aplacar los ánimos caldeados y la cosa no paso a mayores, para fortuna de todos, nadie estaba armado o por lo menos nunca fueron exhibidas armas de ningún tipo, las aguas volvieron al cauce y se terminó la noche en total francachela. Pasaron algunos días después del incidente, donde se pensó que todo había sido superado y olvidado, cuando Leonardo saliendo de su casa a la temprana hora de las 7 de la noche, fue atacado por ráfagas mortales de armas automáticas desde el frente donde un solar vacío y oscuro sirvió como guarida de su asesino, cayo justo en la acera a dos metros del portón de su casa fulminado por los impactos mortales de su agresor, que resultó ser polvoroso, que de esa manera pasaba factura de cobro por el vejamen y humillación pública que considero, el golpe que recibió en la cara delante todos los que estaban presentes aquella noche en la fuente de soda. 

Ramiro después de los días dolorosos del velorio y el entierro de su hermano, vendió una vaca que tenía en sociedad con Leonardo y se hizo de un arma letal, jurando ante su tumba que vengaría su muerte, azuzado por la conciencia que le recriminaba su comportamiento y lo hacía sentirse culpable directo de su trágica e inesperada muerte. Ellos andaban casi siempre juntos, muchas veces coincidimos en distintos lugares, no eran solo hermanos, sino amigos y eso sin duda fue lo que ocasiono un dolor tan profundo en alma de Ramiro y dadas las circunstancias considero como única alternativa ejecutar una venganza, con la cual daba por seguro que resarciría la perdida irrecuperable de Leonardo y aplacaría la cólera y el enojo que sentía que lo devoraba, como el águila, las entrañas del mítico Prometeo. 

El odio lleno todos los aposentos de su alma y ocupo todos los espacios de su corazón y de allí en adelante no vivió sino para cumplir con tan lamentable propósito. En lo personal era amigo de ambos, mucho más cercano a Ramiro con el compartí bastantes momentos y del cual escuche muchas historias, sobretodo de amoríos y seducciones, lo que me hacía pensar a veces que era más mentiroso que una romana de palo, sin embargo eso nunca fue óbice para disfrutar de la amistad, que mutuamente compartíamos, siendo siempre grata la compañía y ameno el tiempo que pasábamos juntos, éramos muy diferentes, el extrovertido y locuaz y yo introvertido y de pocas palabras, jamás me convenció de que lo siguiera en algunas de las locuras de juventud que se le ocurrían y me invitaba a practicar, de hecho ni una sola vez lo acompañe en las veladas nocturnas de que con tanta frecuencia el participaba. Después de ponerse a tono y considerar que era lo suficientemente rápido y certero en el uso de la pistola regreso al pueblo a cumplir el juramento de vengar la muerte de su hermano, teniendo en cuenta que polvoroso era reconocido por la rapidez con que desenfundaba el arma y lo atinada que tenía la puntería, además era un sicario de confianza del hombre más acaudalado de toda la región y mantenía permanentemente ejercitándose y haciendo trabajos para su jefe, por esa dos razones fundamentales fue su entrenamiento riguroso y prolongado. Ramiro sabía a la perfección que clase de enemigo se había ganado y que no tenía ninguna opción en las actuales circunstancias, en una confrontación directa y esa fue la causa de su auto-exilio y su prolongado entrenamiento. Cuando llego el primer encuentro que tuvo cara a cara con su enemigo mortal, ambos se quedaron viéndose, con aquellas miradas que destilan odio y rencor implacable y polvoroso a unos doce metros en la acera del frente en la calle más céntrica del poblado, lo conmino a cumplir su propósito, diciéndole: saca el hierro… ya que corrían los rumores de que Ramiro había regresado a ajustarle cuentas y no que había huido como comentaban por miedo a que lo mataran, en los días que siguieron después de su desaparición, un poco apresurada y con tinte misterioso, es posible que a Ramiro, esta situación lo tomo por sorpresa y de seguro se sintió en desventaja, porque no respondió ni a las palabras, ni a la invitación a dirimir las diferencias en el momento, continuo cada uno en direcciones opuestas sin dejar de mirarse con recelo y desconfianza hasta que la distancia hacia improbable que un ataque de alguno de los dos tuviera éxito. Ambos estaban prevenidos y todos sabían que el encuentro mortal era inevitable y solo hacía falta que se presentara la ocasión, que solo era cuestión de tiempo y como estaban acostumbrados a los duelos mortales al estilo antiguo oeste americano, seguramente este sería uno de los tantos donde ambos contrincantes perderían la vida, esta espera forzada añadía más morbo a la tensa situación que vivían todos los habitantes del pueblo, porque de todos era conocida la historia y haciendo honor al refrán: pueblo pequeño infierno grande, allí ardía en cada esquina las hogueras alimentadas por los comentarios sobre el asunto y la opinión personal sobre el fatal desenlace que se mostraba inevitable. 

Ramiro, pasados unos seis días después de ese primer encuentro premonitorio cara a cara con su enconado enemigo, cuando el reloj de la iglesia marcaba las 10 am y como gran rareza, estaba funcionando bien, iba atravesando la plaza principal, y un simpatizante de su causa, le puso en sobre aviso que su terrible contrincante estaba en la barbería de Carlos a unos cien metros, donde se encontraban, haciéndose el corte de cabello y sin pensarlo dos veces apresuro el paso y se dirigió al lugar , apretando las mandíbulas como señal de decisión impostergable, con el fuego del odio y del rencor reflejado en su rostro y con las pupilas que parecía que arrojaban sangre encendidas por la fuerza de la pasión descontrolada por el resentimiento acumulado en su corazón, se dijo: para sí mismo, es ahora o nunca, y llegando con el arma empuñada la acciono hasta acabar por completo la carga, sobre la humanidad de su odiado enemigo, sin dar opción de respuesta de ninguna clase, pues este estaba cómodamente sentado y la cabeza reclinada, porque el barbero estaba en ese momento rasurando su mentón y eso fue lo que lo libro a él, de morir también porque estaba hacia un lado cumpliendo su trabajo. De los nueve disparos que tenía el cargador de la pistola marca star, seis impactaron de lleno sobre el cuerpo de la víctima, uno en el estómago, tres en el pecho y dos en el rostro. Polvoroso quedo en la silla y ni siquiera por reflejos musculares pudo salir de allí, porque cada disparo fue mortal y en una sucesión de fracciones de segundo, por ser una ráfaga de un arma automática, que son tan rápidas que se escucha como un solo disparo, cuando en realidad ha sido vaciado en su totalidad el peine. Había pasado un mes del terrible suceso, cuando me encontré con Ramiro en su casa y en completa libertad y hablando con su mama de los acontecimientos me dijo algo que me dejo perplejo y sin aliento: gracias a Dios que Ramiro mato al desgraciado que le quito la vida a mi Leonardo. Mientras estuve en el lugar varias visitas que llegaron, todos le aconsejaban que abandonara el pueblo, porque no se sabía cuántos sicarios habrían recibido la orden de liquidarlo y como hecho curioso, comenzó una disputa por las medias que la mama le había dado y una tenía un roto en el talón, por lo que se negaba a ponérselas, ella para convencerlo le dijo: tú no te vas a quitar los zapatos en ninguna parte y ¿quién se va a dar cuenta que están rotas?. La respuesta suya también fue desorientadora, seguro pensando en todo lo que le habían aconsejado los que lo visitaron: si me llegan a matar lo más seguro es que se me salgan los zapatos y la gente va a decir: mira tan orgulloso que era el sardino y tan estirado que andaba y con las medias rotas. 

Ramiro siguió el consejo y por medio de gente confiable consiguió un taxi que lo sacara del lugar, usando una estrategia que impedía que se supiera que iba en él; la casa tenía un gran solar que llegaba hasta la mitad de la cuadra, donde había una división con alambre de púas que marcaba los límites de la que estaba subyacente en la calle paralela y como era gente allegada y conocida, mando una embajada a hablar con los vecinos explicando el plan que había ideado y pidiendo la ayuda que requería de parte de ellos, este no tenía ninguna complicación, se esperaría la noche y el cruzaría amparado por la oscuridad y oculto por los árboles que había en ambos sentidos, el terreno que los separaba, ellos lo recibían y lo ocultaban hasta el amanecer y en las primeras horas del día el vehículo llegaba y el salía disfrazado con atuendo de despampanante mujer rubia, delante propios y extraños, lo abordaba, con una pequeña valija y un bebe apretado en el regazo, que no era otra cosa que una muñeca bien camuflada y rodeada maternalmente por los brazos de la madre, que tenía dentro de las entrañas del falso bebe una letal pistola, que le serbia como dama de compañía y ángel de la guarda según sus palabras textuales. Así logro salvar el pellejo en esta oportunidad, poco tiempo después su papa que era también una acaudalado campesino, movió las palancas que proporciona tener dinero en abundancia y le consiguió una visa para Canadá, antes del viaje se casó con la que fungía como su novia oficial y de seguro para ser más posible la documentación, ya que marcharon como esposos a pasar la luna de miel, aunque el propósito real era residenciarse en el país. Años más tarde me encontré con él, en Cali la capital del Valle del Cauca y como siempre la amistad seguía igual, pero observando un extraño comportamiento de personas que entraban y salían con mucho movimiento de billetes verdes, le pregunte sin rodeos ¿estás metido en el narcotráfico? Si, fue su respuesta, añadiendo una razón carente de toda lógica y sentido; si no lo hago yo, igual lo va a hacer otro; allí estaba su mama y mirándola le dije: compañero, sabes que tu mama algún día se tiene que morir y ¿por qué no la matas ahora, si de todas maneras eso va a pasar? No respondió a la pregunta solo se limitó a decir: tranquilo hermano, solo quiero es tener 500 milloncitos de pesitos y después me retiro; me quede esa noche, arriesgando el carriel y varios puchos, como dice el refrán antioqueño, pero a decir verdad no la pase con mucha tranquilidad, gracias a Dios, no sucedió nada, me despedí con la promesa de volver, pasaron algunos años y nunca llego a reunir el dinero que tenía como meta, pero si encontró la muerte ocasionada por la mafia, que lo envolvió en su manto negro del horror y lo cubrió con la mortaja de la destrucción, en una tarde cuando fue al parqueadero de su vehículo a sacar de la maleta algunos víveres que había adquirido a tempranas horas, los temibles y sanguinarios sicarios, esperaban parapetados en lugares estratégicos su regreso y como en estos casos, el trabajo queda bien hecho sino hay testigos, también fue víctima inocente una joven de visita, que se ofreció con gentileza a acompañarlo, ambos sufrieron el ametrallamiento despiadado de tres mortales ráfagas, que escupieron el plomo con la violencia de las erupciones de los volcanes cuando reinician la respiración después de haber permanecido a veces por siglos en estado catatónico. En la parte posterior del carro ambos quedaron tendidos inundados por su propia sangre que brotaba a borbollones de las múltiples heridas infringidas, ella con su mano derecha cerrada con fuerza inusitada, apretando un manojo de verduras como un último intento de aferrarse a la vida que se le escapaba en un santiamén, y él con las manos cruzadas sobre el pecho como postre estado defensivo de su existencia. Cuando el deseo implacable del ansia de venganza se alimenta con el odio permanente, aunque el mítico Orfeo que con sus magistrales interpretaciones  con la lira, hacia detener el curso de los ríos y provocaba la domesticación de las fieras al oír sus fantásticas melodías, hiciera acto de presencia y sus arpegios detuvieran a los astros en su danza orbital, no sería escuchado, porque la única música que reconoce y oye, es la de la vendetta implacable. La sed de venganza producida por el odio visceral, es una hoguera que de forma constante es avivada por la fuerza que imprime los crudos recuerdos de la angustia pasada, pero que vive en un eterno presente, como el tiempo impertérrito, no tenemos la capacidad para borrar del disco duro de la mente, lo que quedo registrado para siempre, pero si la manera de hacer morir los efectos del recuerdo y los muertos nada saben, nada pueden hacer y ninguna acción pueden ejecutar. 

 LA COMPAÑÍA DEL ODIO 

Cuando las sombras del odio invaden la mente, el corazón es revestido de tinieblas tan negras, que los sentidos no pueden percibir ni un tenue rayo de luz que los saque de tan densa oscuridad. Donde los pensamientos la invaden dándole el color del azabache y la negrura de las noches tormentosas sin luna y sin estrellas y como las grandes serpientes llega a ser tan formidable su poder destructivo que envuelve su presa con su abrazo mortal y después haciendo funcionar sus anillos constrictores, con su fuerza descomunal y salvaje, quiebra todos los huesos de la víctima convirtiéndola en una masa maleable.

El odio es un caparazón que igual que en los quelonios va creciendo con el cuerpo, haciéndose más grueso y resistente con el paso del tiempo, de la misma manera se fusiona con la mente y cuando los sentidos son invadidos por el odio se pierde toda vislumbre de racionalidad imponiendo a los pensamientos un único camino, que lo conduzca al aniquilamiento de quien es objeto de su ira y resentimiento. El odio avasalla y destruye sin compasión porque el cerebro entrega todo su colosal poder a las acciones viscerales y estas no tienen la capacidad de razonar, sino que actúan movidas por los sentimientos, proporcionando a las emociones destructivas todo el combustible inflamable para avivar en actividad continua la hoguera del amargo resentimiento.

Un ser cautivo por el odio ejecuta los pasos negros y tormentosos de la danza macabra de la muerte que tiene como pareja a la venganza feroz y despiadada, que estimulada por los sentimientos viles que produce esta emoción sin control, no tiene reposo, ni calma, como lo describe con claridad la Biblia: pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arroja cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios para los impíos (Isaias.57: 20-21) El odio es posible que ocupe la prominencia negativa en la escala de antivalores, que sin reserva promueve la maquiavélica impiedad, porque es tan agresivo y tenebroso que anula con intensidad abrumadora la razón y los sentidos. Nunca he visto tan grande empeño y perseverancia como en quien movido e impulsado por el odio se traza la meta de cobrar venganza y con el ingrediente adicional del recuerdo perenne de aquello que le dio origen a ese sentimiento tan perverso y corrompido, pero lo peor de todo este asunto es que cuando logran cumplir la venganza, jamás serán recompensados por la paz y aun muertos aquellos a quienes se les exigió la vida como pago para resarcir la deuda, siguen odiándolos con intensidad furibunda, sin poder olvidar ni el recuerdo, ni la tragedia del pasado. El odio nunca se extinguirá, ni se le causara el aniquilamiento usando métodos humanos, permitiendo que la pasión controle los impulsos del corazón, atropellando a los sentimientos imponiéndoles la ley de talión, porque de esa manera el objeto del odio se destruye, pero su obra queda incólume en los recintos más recónditos de la mente y desde allí los recuerdos aparecerán como fantasmas furtivos agregando a las heridas abiertas elementos astringentes que harán que nunca sanen y su dolor se agudice y se extienda en el tiempo y la distancia. El odio es una llama de fuego inextinguible, porque su combustión se produce en el corazón, por elementos con alto poder inflamable como son la ira, el resentimiento y la venganza, esta triada de fuerzas emotivas fuera de control, no tienen límite, ni en el tiempo, ni en la cantidad y se multiplican haciendo que las flamas ganen altura y poder. El odio tiene el color del cual está pintado el corazón y este sumido en el torrente de emociones negativas, tiene ausencia de color y la ausencia de color es negro infinito imposible de describir con palabras y de graficar aun con la tinta más negra que conozcamos en el ámbito terrenal. El odio jamás conquista, el destruye; el odio jamás gana, el aniquila; el odio no trae la paz, al contrario añade más desazón y angustia; el odio no ausenta el dolor, aumenta la intensidad; el odio no gana batallas, sino que prolonga la guerra interna sin pausa, ni medida; el odio no crea condiciones propicias para el cambio transformador, sino que reproduce el caldo de cultivo para que todas las bajas pasiones se agiganten y se extiendan. El odio es un contaminante espiritual de ferocidad incalculable y en el terreno que tenga por hábitat, crece a todas sus anchas la raíz de amargura, como la mala yerba que no necesita ser cultivada, sino que surge con espontaneidad asombrosa para arropar y contaminar ahogando en su paso arrollador, todo lo productivo y útil. Este mal tan degradante va carcomiendo las entrañas como el óxido hace con el hierro que ha quedado sin protección a la intemperie, que después solo se ve un cumulo de herrumbre, que al final también desaparecerá sin dejar huellas de que este poderoso metal alguna vez existió. El odio no solo termina con los enemigos, también destruye a quien hace sociedad con él, porque no tiene amigos, ni compadrazgo con nada, ni nadie y su única y exclusiva misión es destruir a todo el que es blanco de sus ataques, usando como tonto útil a quien le permita asilarse en su vida y le da cabida en sus sentimientos. El odio siempre apunta sus dardos envenenados en dos direcciones, hacia el exterior a los que pretende aniquilar y de lo cual es consciente, el que lo tiene como socio y le proporciona su alto poder destructivo y hacia dentro en lo interior, donde su letal pócima es vertida en el torrente sanguíneo y llevado a todos las células del cuerpo hasta hacerlo desarrollar tolerancia, siendo su efecto pernicioso igual que consumir estupefacientes, que la dependencia hace imposible prescindir de su dosis letal, cuando el organismo lo exige. La principal víctima del odio es quien le da cavidad en sus sentimientos, porque actúa envolviéndolo en una toxica nube de gases piroclásticos, produciendo una asfixia que lenta y pausadamente va dejando sin respiración, porque satura todo el sistema respiratorio de toxinas que atrapan el oxígeno, impidiendo que llegue a los pulmones para que la sangre lo reciba y sea distribuido por todo el organismo. El odio nubla la  vista y tapona los oídos, porque no puede ver caminos distintos al que le señala el corazón atrapado en el estrecho laberinto flanqueado por las murallas de la sed infame de revanchismo, no escucha ningún sonido diferente al producido por las cuerdas de acordes letales en el instrumento que toca la muerte. Un recuerdo, sea bueno ,sea malo permanece en el tiempo sin variación, pero lo que tiene y se puede cambiar es el enfoque, hacer algo parecido a lo de la ciudad de los monstros, que toda la energía que movía su mundo era obtenida por los gritos de angustia de los niños aterrados, pero un monstro bueno cambio ese sistema de torturas, cuando descubrió que la risa superaba en grandes cantidades a los gritos de terror, produciendo energía en más altas proporciones y reemplazando el horror por la alegría, crearon una nueva relación, así los monstros dejaron de aterrorizar y comenzaron a alegrar la vida de los infantes y el resultado no podía ser otro que el disfrute de la felicidad. Me dirán, eso es posible solo en la ficción, bueno, lo de la metrópoli de los monstros sí, pero la vida tuya y la mía, los recuerdos, la tragedia que vivimos por los agravios, la culpa, el rechazo o el reproche, no son ficción, son crudas realidades y hacer que sean diferentes, es nuestra responsabilidad, porque cada individuo es responsable de elegir como vivir y de conocer que cada decisión trae consecuencias. 

En una ocasión una bella y agraciada joven me pidió que la llevara de una aldea cercana a la ciudad para donde iba y hablando con ella, me confió que su viaje era con el objeto de obtener dinero y le pregunte ¿y cómo? Su respuesta fue simple. ¡Como sea! Entonces agregue y ¿si te consigues un sida?; ella me respondió: Dios me libre; de inmediato añadí: Dios no te va a librar de las consecuencias de lo que tú has decidido hacer en contra de su voluntad y violando sus mandamientos. No podre ser librado si estoy hundiendo un puñal en la humanidad de alguien y al mismo tiempo este rogando: ¡Señor líbrame de cometer homicidios! 

Tenemos una tendencia mal interpretada y peor dirigida cuando dejamos las consecuencias de los actos a los caprichos y vaivenes del tiempo, creyendo en un destino que no existe y como aseguraba la mitología de los antiguos griegos, que ni los dioses del Olimpo podían cambiar. Pretendemos que Dios intervenga en cambiar todo aquello, que nosotros nos negamos con tozuda reiteración a hacer o queremos que Dios se encargue de arreglar todos los errores que cometemos sin que tomemos acciones determinantes para corregirlos, es seguro que muchos yerros, acciones y decisiones en que incurrimos a diario no tenemos la capacidad de superar, pero una cosa si es segura, mientras no determinemos hacer las cosas diferentes, aun teniendo la capacidad para lograrlo, sino accionamos nunca lograremos tal cosa, aunque invoquemos la ayuda de Dios y pidamos su participación directa, Dios jamás intervendrá para cambiar lo que personalmente no se quiere cambiar y tampoco hará nada a nuestro favor cuando violando sus principios usando el libre albedrio, decidimos hacer lo que no conviene, esperando que no traiga malas consecuencias. Tal vez te sientes impotente o incapaz para hacer la voluntad de Dios, pero si no lo intentas y accionas no podrás mover el poder de Dios a tu favor, la dificultad no es la grandeza del problema que se presenta, sino la determinación de enfrentarlo y cuando das el paso de fe, Dios lo da contigo en perfecta sincronización y cuando El avanza con nosotros no habrá dificultad que no se doblegue al paso formidable del Rey de reyes y Señor de señores. Nadie puede meter la mano en el fuego sin correr el riesgo de quemarse y de producirse heridas graves y dolorosas, de la misma manera nadie tiene licencia par incurrir en ofensas contra Dios y salir indemne de su falta, la sentencia en su Palabra es clara y directa: no tendrá por inocente al culpable. (Nahúm. 1:3).

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