Anuar el- Sadat presidente de Egipto en una de sus arengas a
su nación, lleno de ira e indignación contra el pueblo judío, prometió a su
país arrojar al mar y ahogar a todos los israelitas. Años más tarde se dio
cuenta que sus deseos eran irrealizables y decidió negociar la paz,
apersonándose en el corazón del gobierno
hebreo (la kneset) la asamblea judía, donde expuso su propuesta de paz ante sus
más acérrimos y encarnizados enemigos, abriendo el camino para firmar la paz.
Poco después en Camp David, teniendo a Jimmy Carter como mediador, firmo
conjuntamente con su par israelita Menahem Begim, lo que pudiera muy bien ser
llamado “la paz imposible” y después de 35 años permanece vigente e inalterable.
Si enemigos con milenios de antagonismo pudieron vencer sus
naturales antipatías y posiciones a ultranza, cediendo cada uno en beneficio de
sus naciones y el mundo, será posible
que la historia, nuestra descendencia y el universo nos condene porque el egoísmo
y la falta de afecto natural nos impiden
ceder ante posiciones políticas y por el bienestar de una nación entera pongamos a un lado los
interese personales dando paso a la conveniencia colectiva.
Pacemos a la historia como el pueblo que triunfo por obtener
la paz, no por el que se auto-destruyo por obcecado y sin sentido común.
La paz es el resultado de tolerar las diferencias y aceptar a
otros incondicionalmente, porque seguramente será imposible que los demás hagan
todo lo que queramos, sin reclamar, opinar o disentir, en muchos casos las
amistades son absorbentes y manipuladoras y quieren que rompamos lasos con
otros por el hecho de tales o cuales personas no son de su agrado y llaman a
esto deslealtad o simplemente dan un ultimátum o son ellos o nosotros, bajo
estas condiciones no se puede tener paz, con quienes exigen trato preferencial
o exclusivo y pretenden estar por encima de los demás mortales.
La paz es un tratado en igualdad de condiciones, porque una
paz condicionada, simplemente es un sometimiento disimulado y ladino.
Quien quiere la paz dará paso a los pensamientos e ideas de sus contrincantes y tendrá la capacidad de reconocer lo importante que aportan en su consecución, ejecución y realización total.
Quien quiere la paz dará paso a los pensamientos e ideas de sus contrincantes y tendrá la capacidad de reconocer lo importante que aportan en su consecución, ejecución y realización total.
La paz deja de ser un argumento de algunos, para convertirse
en una necesidad de todos, cuando se han pasado los linderos del equilibrio y
nos inclinamos peligrosamente por el sendero de la violencia defendiendo
parcelas partidistas, cuando la defensa es de la nación entera sin distinciones
de ninguna naturaleza y menos de la nauseabunda política.
Las necesidades son para suplirse, con lo que es idóneo para
ello, no podemos calmar el hambre, asegurándole al que la padece que es rico,
el lo que necesita en ese momento es comida y no cuentos de camino, a esta
necesidad básica no es posible someterla con embustes o promesas venideras,
porque aunque no quiera pensar en ello, los retortijones de las tripas le
recordaran permanentemente que hay necesidad de alimento y no habrá manera de
impedir su reclamo insistente.
La paz reclama dejar las poses estereotipadas y las
recalcitrantes defensas de las trincheras del odio y la pretendida superioridad
de nuestras ideas, no somos superiores a nadie, nosotros estamos situados en un
plano horizontal y solo están en el vertical las estrellas y estas no se ufanan
ni reclaman estar por encima de todos los mortales.
Si queremos paz debemos vernos igualitariamente, si queremos
paz debemos vivir interdependientes, no fuimos creados ni para someter, ni para
estar solos, fuimos hechos en el plano físico, natural y espiritual para
servirnos los unos a los otros y de esa manera servir a NUESTRO HACEDOR.
Por el pastor: Fernando Zuleta V.