En una nueva expedición a
playas verdes, canchilas recién había cumplido los 14 años y como premio fue
invitado por mi abuelo a que los acompañara a esa excursión al paraíso soñado
que era aquel lugar, sitio que por sus características geográficas y en medio
de una exuberante vegetación y selva virgen era lo más parecido a la tierra
prometida de la Biblia, arroyos de agua cristalinas, extensiones de terrenos
planos o levemente inclinados, interrumpidos solo por pequeñas colinas, con
abundancia de pájaros y aves que aún permanecen en el anonimato sin clasificación
por ser endémicos de aquellos parajes, entre los conocidos las tatabras, las
guaguas, los saínos, los cusumbos solinos, venados, guatines, las pavas,
coconas, torcazas, etc, etc, algunos respetados como el oso palmero y otros
temidos como el tigre.
En esta oportunidad viajaron 5 expedicionarios; el abuelo, canchilas, don Pedro Betancurth y dos mozos contratados para llevar el bastimento y los pertrechos necesarios para 4 días. Después de 3 horas de caminar por la trocha llegan al lugar predeterminado y de inmediato comienzan a improvisar un pequeño campamento eligiendo hacerlo al pie de 2 formidables arrayanes, lugar que permanecía seco por lo copioso del follaje de los espléndidos árboles que servía como paraguas natural en la espesa vegetación, allí levantan un rancho campestre, con varas de variado grosor y longitud según el lugar que ocuparían en la rustica construcción, lo primero que sitúan son los 4 esquineros que conformaban un rectángulo de 5x3 mts y que solo sería utilizado para dormir, en la parte jfrontal a unos 3 mts colocan 3 piedras escogidas y hacen el fogón de leña, canchilas el imberbe es el encargado de atizar la hoguera y montar una pequeña olla llevada únicamente para la ocasión, con agua y panela para preparar lo más pronto posible el inefable y confortable café, en poco menos de 30 minutos se escucha la voz del cocinero que oyen como una melodía celestial los constructores cuando anuncia ¡hay tinto recién colado!, todos como autómatas para sus actividades y rodeando al jovenzuelo, que en totumas llevadas con exclusividad para tomarlo, reparte aquella humeante y aromática bebida deleitosa. Como campesinos llanos y rajados encienden cada uno un cigarrillo, porque según sus tradiciones “tinto sin cigarrillo no sabe a nada”.
Clavan los horcones y amarran con bejucos los palos cortados para lo que será el piso de la cama, aquellas lianas las cuales me llego a asegurar mi abuelo eran tan resistentes a la inclemencia del tiempo que se podrían los palos atados con ellas y caía al suelo las amarras intactas después de muchos años de servicio ininterrumpido. Terminan la cama que ocupa casi todo el espacio disponible porque allí dormirán todos, no hay tiempo para predilecciones ni exigencia, por esa razón nunca llevaron damas para acompañarlos, después hacen un tendido de hojas secas de palmicho con buen espesor y bien distribuido que reemplaza a los colchones, hacen una zanja en rededor de la construcción, le sacan punta a cada vara y la van clavando hasta cerrar por completo el bohío, dejando solo una abertura de unos 80 centímetros como entrada y como puerta un enserado colgado para ese uso. En 4 o 5 horas estos guerreros dela montaña han armado por completo el tarantín donde pernotaran los 4 días que estarán en el lugar.
Cuando se llegan las 6 pm se toman el último tinto y
adormir, a esa hora la oscuridad es total y el silencio solo es interrumpido
cuando cerca de la una de la madrugada se escucha el escalofriante rugido de un
tigre que viene por una colina opuesta y merodea no se sabe conque intenciones por
las adyacencias del lugar, mi abuelo el más experimentado de todos en estas
lides, les dice sin ninguna preocupación,
cuando llegue a la trocha y encuentre los rastros de nosotros y del perro, que habían
llevado como acompañante, no volverá a rugir, se vendrá directo hasta aquí,
pero yo les a viso cuando este rondándonos, agarro la escopeta que estaba colgada
y la puso cerca de su cabecera, pasaron algunos minutos y se volvió a oír el
temible berrido y en efecto se escuchó una vez más y el silencio fue absoluto,
porque en la selva cuando un tigre ruge máxime si a esa hora de la noche ni
los grillos se atreven a chillar. Pasados unos 30 minutos de tensa calma y aguzados
todos los sentidos, pero con especialísima atención al oído afinado, que sería
el único capaz de detectar al formidable carnicero, mi abuelo sentencio ¡ya está
aquí! ¿Cómo lo sabía? porque el perro limber amarrado a un arbusto a unos 10
metros de la puerta del rancho comenzó a
gemir, síntoma inequívoco de la presencia cercana del felino, su extraordinario
olfato lo detecto, mi abuelo con el temple de acero de siempre, le dice a don Pedro, el otro de
sangre fría del grupo, tome la escopeta y corriendo el enserado que es la protección
a la entrada del dormitorio le previene, téngala montada y
apuntando y si escucha por in significante que sea un ruido o cree ver algún pequeño
movimiento en las sombras afloje el tiro, la escopeta era de fistol, cuando se hacía
un tiro, mínimo pasaban 15 minutos antes de tenerla lista para el próximo y
solo tenían una; y con decisión apunto, voy por el perro, porque perro amarrado
y tigre suelto es una desigual pelea, agarro la linterna la prende, el tigre no
me atacara con este rayo de luz en la mano, para darle tranquilidad al grupo,
sale a caminar los 10 metros que lo separan de limber, cuando desata la amarra,
el perro arrastro al abuelo a la seguridad del rancho y sin ningún pudor o arrepentimiento
se metió debajo de la cama. Instantes después don Pedro siguiendo a pie
juntillas las instrucciones de mi abuelo, suelta aquel cañonazo impresionante,
el fogonazo del arma en aquella oscuridad reinante hace que por un instante se
ilumine el campamento algunos 10 metros a la redonda y en dirección a donde se dirigió
el disparo, los dos que estaban sentados en el borde de la cama, pudieron ver
la temible silueta del brutal depredador,
esa detonación a esas horas de la noche en ese lugar debe de haberse
sentido como la del cañón dora que usaron las tropas alemanas contra la sitiada Sebastopol
, (el mayor cañón jamás construido tuvo una vida operativa de 13 días, durante
los cuales disparó un total de 48 proyectiles. Necesitaba un convoy ferroviario
de 25 vagones para ser transportado, 1.400 hombres de dotación y 3 semanas para
montarlo. La cantidad de mano de obra necesaria para ensamblar el “Dora” era
enorme. Cada uno de los 80 cm K (E) tenía un destacamento completo de no menos
de 1.420 hombres al mando de un coronel. Este disponía de su propio cuartel
general y personal de planificación. La dotación principal era de alrededor de
500 hombres, la mayoría de ellos necesarios para su mantenimiento, cada
proyectil pesaba 4.800 kilos. Datos tomados de Wikipedia.). Esa bala podía
penetrar la roca solida hasta 30 metros, los encargados de dispararlo sangraban
por los oídos por los altos decibelios a que llegaba su atronador estallido.
Es de suponer que cuando el tigre vio aquel fogonazo y oyó tan estrepitoso ruido, puso pies en polvorosa y tomo las de villa-diego, pensando que podía ser tigre asado en vara, se hizo a la idea de que seria el desayuno tempranero de la descom unal bestia y en su visión fantasmagórica vio un dragón que escupía fuego y que su poderoso bramido superaba con creces el suyo, porque sintió que se estremeció la selva kilómetros a la redonda, de unos cuantos saltos formidables se alejó de las fauces del impresionante monstruo que su imaginación formo en cuestión de milésimas de segundo, pero que sirvió para que la adrenalina hiciera bombear a raudales la sangre por su fuerte corazón y diera a su potente musculatura la fuerza para escapar con velocidad máxima.Después de mas o menos haber pasado una hora, limber dormía plácidamente y todo estaba dentro de los parámetros de la normalidad, pero para canchilas comenso la peor pesadilla de su vida, en esas 4 horas hasta que aparecieron los primeros destellos del día, con pequeños rayos de sol infiltrados por mínimos intersticios que permitía el espeso follaje, imagino sin poder conciliar el sueño que el tigre metía una de sus poderosas zarpas por el espacio que había entre los barrotes que hacían de cerco y como el era tan flaco, que cerraba un ojo y quedaba disfrazado de aguja, no dudaba que por allí lo sacaría para servirle de banquete, después sus pensamientos de terror lo llevaron al pequeño riachuelo de donde provenía el agua para las necesidades básicas del campamento y creía que al doblar el exiguo recodo estaría el felino esperándolo con crudo sadismo que lo demostraba relamiéndose los bigotes, señal inequiboca de lo apetecible de ese plato novísimo. Sacudía la cabeza para tratar de conjuran estos terribles pensamientos, pero era en vano y se iniciaba una nueva escena, creyendo de seguro que cuando estuviera solo preparando el almuerzo, el temible salteador estaría en el techo del rancho y de un solo brinco caería sobre el. Esas horas hasta el alba fueron de agonía insoportable, lo encuentro buenísimo del caso es que este acontecimiento fortuito lo marco con cincel de punta de diamante y tinta indeleble tanto que durante los siguientes 5 años nunca pudo escapar a tan hórridas pesadillas, siempre despertaba sobresaltado, porque en el sueño en todas las ocasiones era acosado o presa de la indómita fiera.
Aunque lo primero que todos hicieron esa mañana, incluyendo a limber, con luz clara y diáfana del amanecer, fue buscar huellas del gran gato, en pocos minutos encontraron lo que anhelaban y se dieron cuenta que el fortachon tuvo mas suerte de lo esperado, porque la evidencia demostraba que el balazo lo alcanzo en la pata trasera derecha , a nivel del dedo meñique, allí aparecían las huellas como testimonio, que cuando daba un salto y caía, quedaba la tierra impregnada de sangre, midieron uno de estos prodigiosos saltos, alcanzando la nada despreciable longitud de 10,20 mts, un récord olímpico con toda certeza.
Con todo y la seguridad de que el depredador estaba lejos y aun corría, la sensación de peligro nunca termino para canchilas. Cumplidos los 19 años, decidió regresar para enfrentar sus miedos y disipar sus temores, como mecanismo de defensa siquica, aconsejado por un experto alienista; por fortuna no fue necesario ir a Playas Verdes, el lugar donde se origino el trauma, cuando llego a Naranjal, se encontró con el tío Abelino que residía en el cañón del trasado y le contó una historia de un tigre que merodeaba por los contornos, canchilas intuyo y la corazonada le hizo sentir que se trataba del mismo animal causante de sus pesadillas, Abelino entre otras cosas le enfatizo, es muy astuto, hace 15 días ataco un potro del vecino y solo conseguimos los despojos del animal cuando los gallinazos fueron invitados a terminar con la carroña y nos avisaron de su ubicación.
Canchilas no lo pensó dos veces, tomo la vieja escopeta, lleno el cuerno de pólvora, empaco una caja de fulminante, suficiente cabuya para hacer tacos y dejo por la mitad el zurrón con balines y le dijo al tío con voz firme y seguridad desafiante ¡ese tigre es mio, yo le daré caza!, pasado el medio día iniciaron la travecia que les tomo unas 3 horas a lomo de caballo hasta la morada, allí se instalo, ayudando en las labores naturales del campo, cortar y cargar caña para el trapiche para la molienda, bien como atizador del horno o como arriero de la yunta de caballos que movían el mayal que hacia girar las tres masas del chattanooga que le sacaba el jugo a la caña y por una canal de guadua llegaba a la paila guarapera donde comenzaba el proceso para refinar el sumo y hacer la sabrosa panela, o en cualquiera de las actividades donde fuera requerido su concurso, así pasaron 3 semanas de espera, sin tener asomo de la presencia de la feroz bestia sanguinaria, hasta que una mañana de un jueves a las 10 am, llegaron en tropel con signos visibles de terror, una manada de cerdos que deambulaban en completa libertad por los predios de la finca, cruzaron el patio en estampida, saltaron al corredor con osadía y se metieron a los aposentos en los lugares mas recónditos, la familia conocedora de este extraño comportamiento, de inmediato en coro dijeron ¡los ataco el tigre!, contaron los puercos y en efecto faltaba uno de los verracos del grupo.
analizaron la situación con calma y sopesaron las posibles alternativas y decidieron esperar unas cuantas horas, concluyendo que si comenzaban la persecución en caliente, el felino los descubriría y perderían toda oportunidad de darle caza, esperaron hasta las 2 de la tarde, argumentando que había que dejarlo disfrutar su presa, que después de saciarse dormiría una siesta, y luego se iría a hacer una exploración de su territorio, analizando y viendo otras posibilidades, cuando calcularon todo posible movimiento del temido felino en ese tiempo, tomaron la perra zorela, experta cazadora y escopetas en mano y salieron 5 curtidos campesinos a cumplir la misión de librarse del despiadado carnicero, al poco tiempo encuentran el lugar donde hubo la batahola del depredador con su victima, la maleza indicaba al estar doblada por donde fue arrastrado el cerdo, ademas al darle oler a la perra los rastros indicaba sin equivocación la ruta a seguir, solo habían 200 mts hasta el lugar donde al borde del bosque, tapado con ramas dobladas estaban los restos de la victima, uno se regreso con la perra para evitar que un ladrido u otra causa alertara al temible felino, 2 se subieron a un gran sicomoro a 10 mts de altura y los 2 restantes se ocultaron en unos matorrales cercanos donde no podían ser vistos, ni olfateados y se dio comienzo a la tensa espera, cuando rayaba el sol en el horizonte emerge del bosque la impresionante y temida figura de aquel habitante solitario de la selva y después de olfatear y pesquisar el ambiente, rodeo la presa, aparto las ramas y arrastro unos 2 mts su suculenta cena, quedando de frete al árbol donde esta canchilas y su primo Napoleón apostados, no se atrevían ni a respirar, extremando su seguridad y con movimientos suaves y serenos toma su escopeta y conteniendo la respiración al máximo, evitando cualquiera movimiento del diafragma que pueda alterar el pulso, jala el gatillo, que cuando hace su sonido al dar con el percutor y golpea el fósforo que hace la chispa que enciende la pólvora produciendo el disparo, ya no hay tiempo de escape, la bala hace su recorrido mortal en milésimas de segundo, el animal da un gran salto, por un instante piensan que han errado el blanco, pero solo fue un movimiento de reacción involuntario, porque el enorme espécimen cae con las extremidades desparramadas señal de que no tiene control de sus movimientos, el tiro se incrusto casi a nivel de los ojos, dejando el cráneo trepidado. Esperan unos momentos, toman aire y respiran profundo, bajan del árbol, con la otra escopeta lista y machete en mano, por si acaso no era un as bajo la manga que se estaba jugando el samarro y taimado tigre. En cuestión de minutos llegan los demás a celebrar la increíble hazaña; canchilas lo primero que hizo fue revisar la pata trasera derecha de su enconado perseguidor, en efecto comprovo que era el tigre de sus pesadillas, al faltarle el dedo meñique que era la marca identificadora, que aseguraba sin temor a equivocaciones que era el mismo de Playas Verdes.
Uno de los que escuchaban el cuento argumento, ¡eso no se lo cree ni misia escopeta, a lo que el narrador respondió: vaya al museo metropolitano de New York , allí tienen la pata del tigre, con las inscripción en grandes caracteres que dice : "El tigre de las pesadillas de canchilas".