Hoy me gradué de bachiller por tercera ocasión, fue simple, Jheremy el benjamín de la familia recibió su título de bachiller en ciencias y cada vez que un hijo escala la cumbre, los que tenemos la gracia de ser sus padres, llegamos a la cúspide con ellos, sus triunfos son los nuestros y sus fracasos también nos pertenecen, nada pude abstraernos de sus vidas y hacernos independientes de lo que hagan bien o mal, porque son la continuación nuestra y llevan los eslabones que componen la cadena humana, con altas y bajas, aciertos y desaciertos, estamos unidos por nexos irrompibles, que generación tras generación permanecen inalterables, porque los genes son inmutables y de esa manera se aseguran la trasmisión de la herencia perpetuamente, leyes divinas y normas establecidas por El Rey de Reyes y Señor de Señores que, aunque objetemos permanecerán indefinidamente en el tiempo y el espacio.
El asunto es
que disfruto el éxito y recordé algunos
pasajes de esta historia, desde su comienzo, cuando lo ingresamos al kínder una
de las maestras nos llamó para advertirnos, cuando se quiso dirimir una
situación propia de niños de esa edad, Jheremy sentencio: ¡aquí el que manda
soy yo! Eso nos alertó con la clase de voluntarioso teníamos que lidiar, poco tiempo después me
profetizo diciendo: yo voy a ser más grande que tú y ¿Por qué? le pregunte, su
respuesta fue: porque yo estoy creciendo y tú te estas achucharrando, la
primera parte se cumplió el año pasado cuando me sobrepaso en estatura, lo del
achucharramiento todavía está por verse. Unos días después, me causo intriga una
pregunta interesante que me hizo, cuando platicábamos en el porche de la casa
¿no me puedo casar con dos mujeres? Después de explicarle con pelos y señales
lo establecido por Dios en su Palabra, entonces yo fui el que inquirió ¿y a que
se debe la pregunta? Su respuesta fue directa, precisa y concisa: señalándome
para el frente de la casa me aseguro: lo que pasa es que allí viven dos
morochas y estoy enamorado de ambas.
Afortunadamente
todas esas etapas se superaron y ya en plena adolescencia valora y tiene una
cosmovisión muy diferente y sus acciones se encaminan a la consecución de metas
y objetivos medibles y alcanzables, pero sin duda hemos recorrido juntos una travesía
que a todos nos ha dejado enseñanzas de inestimable valor y puedo resumir en tres palabras lo que hasta
ahora ha sido esta conquista: ACTITUD,
PERSEVERANCIA Y DIFICULTADES. La primera para creer en lo que hacías, la
segunda para permanecer en lo que hacías y la tercera para valorar lo que
hacías. Culminamos esta etapa y todos nos regocijamos por ello, tus éxitos nos
suman felicidad y la felicidad produce más éxitos. Adelante, ¡que en Dios somos
más que vencedores!
Por el pastor: Fernando Zuleta V