martes, 1 de octubre de 2013

LA DIFICULTAD DE LA RESTAURACIÓN : SEGUNDA PARTE



Nos encontramos frecuentemente con la verdad cierta de personas destrozadas moral y espiritualmente, oírlas hablar de sus penurias nos humaniza y sensibiliza, porque hemos experimentado en carne propia muchas de sus cuitas y precisamente por haber pasado por el horno de fuego abrazador que ha quemado nuestras escorias y nos ha refinado, es que podemos ponernos sus zapatos y saber donde aprietan y en que lado hay ampolla en lugar de cayo.

Siempre para el enfermo, el mejor impulso para incitarlo a superar su mal, es crearle esperanza, porque ella abre las compuertas de las oportunidades y hay que entender que un hombre sin esperanza es como un barco sin timón, está completamente a la deriva y se mueve para donde las caprichosas olas lo impulsen.

La esperanza avizora en la lejanía nuevas y especiales oportunidades y quita los pesados barrotes que rodean al hombre sin ella, un ser sin esperanza esta enclaustrado siendo prisionero de sus resentimientos y temores, cuando no hay esperanza estamos rodeados de murallas infranqueables creando un ambiente que aprisiona y asfixia, "el enconchamiento o síndrome de la ostra" es la manifestación contundente de la desconfianza en un mundo que amenaza seriamente con devorarnos, porque cada vez nos hiere, nos maltrata, nos desecha o menosprecia y todo este cumulo de infamia termina por hacernos desconfiar hasta de nosotros mismos.

Sin embargo estamos obligados a estar por encima de la vileza y nuestra misión no es sucumbir ante sus ataques arteros y despiadados, porque ella es una condición de flaqueza humana y toda debilidad humana reclama ser derrotada, por cierto las únicas cosas que permanecen impolutas son las que dan brillo y hacen resaltar al ser humano como bienhechor, lo demás queda en sombras que no tienen ninguna preponderancia, ni transcendencia en la vida de los hombres.

Crea esperanza y trazaras el camino victorioso, ella remueve todos los escombros, quita los escoyos, horizontaliza la cuesta, allana los cerros, hace puentes sobre los ríos y crea las vías para transitar por cualquiera sea el accidente geográfico. La esperanza tiene la virtud de impulsarnos a acometer las tares más difíciles, porque nos enseña a ver al frente y todo el que mire siempre al frente descubrirá las dificultades antes de que se presenten y está preparado para vencerlas.

Por otro lado nadie que pretenda eliminar de su existencia el pesado fardo que causa el dolor moral, podrá tener éxito en tan descomunal empresa, sino tiene la capacidad de perdonar a quien se lo infringió, el perdón no debe darse pretendiendo solo borrar la cuenta pendiente con el ofensor, porque esto es lo menos importante, sino para el bienestar personal, porque quien verdaderamente saca buenos dividendos del perdón es el que perdona, ya que directamente recibe todos los beneficios y son muchos, entre ellos: la paz interior( consigo mismo) la paz exterior (con el ofensor) la paz espiritual (con Dios), y la paz general (con la naturaleza y su entorno). Además de esto recobra la sindéresis y aprende a dominar los bajos impulsos, se capacita para ser de ayuda a sus semejantes y cuando alguien le hable de sus sentimientos o dificultades tendrá herramientas poderosas para impulsarlo a ser victorioso.

Pero no solo esto sino también que al pasar por situaciones extremas e inéditas reforzara sobremanera su carácter y dará una dimensión nueva a su personalidad, capacitándose poderosamente para cuando otro vendaval toque su vida, ya no estará desguarnecido, ni a la intemperie, ahora sabe cómo enfrentar las borrascas turbulentas, porque ha hecho puentes más elevados y sólidos capaces de aguantar todo envite de la naturaleza.

Finalmente se necesita una dosis de fe, la cual está definida como la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve, esta fe por supuesto no es personal, sino en el Único Dios Verdadero revelado en su Hijo Jesucristo. Todo te puede fallar pero Jesucristo jamás. Pruébalo y compruébalo.

Por el pastor: Fernando Zuleta V.










LAS DIFICULTADES DE LA RESTAURACIÓN



Una vida hecha pedazos es más, es difícil de recomponer que unir los cientos de pedazos de un Boeing 777 que ha caído de treinta y cinco mil pies de altura, dejando una estela de varios kilómetros de desechos esparcidos a lo largo y ancho en su vertiginosa caída.

¿Por qué es tarea tan compleja restaurar una persona?
Sin lugar a dudas la causa que ocupa el primer lugar es porque es un individuo y como tal tiene su propia cosmovisión; su especial versión de los hechos; la valoración particular de los sucesos; la interpretación personal de las circunstancias y la calificación de cada situación vivida, además se agrega a eso su sensibilidad, su percepción  su intuición y la capacidad de lidiar con cosas inesperadas y jamás presupuestadas en su vida
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La otra cosa que surge como una verdadera montaña en el intrincado camino de la restauración, es ser de la idea casi general de que no soy merecedor de ser el protagonista directo de una prueba tan terrible en la que me encuentro inmerso y la ineludible pregunta siempre es ¿Por qué me pasa esto a mí? En esta coyuntura es donde hay que llevar a la persona a ver el problema como un medio para que adquiera carácter y madurez espiritual; cuando logramos que acepte la dificultad como mecanismo para superar sus propias carencias y debilidades, hemos recorrido la mitad del camino para restaurar al individuo.

Si tomamos las malas experiencias, como enseñanzas practicas y viendo en ellas la oportunidad de superación, nunca cuestionaríamos las dificultades, sino que las consideraríamos como aliados, aunque no deseados, pero inevitables en el camino por donde nos toca transitar.

A mí me encanta la frase “eso solo me pasa a mí y al pato Lucas” por la razón de que al menos se está considerando que hay alguien más que se encuentra con las mismas dificultades y aunque ese alguien sea de ficción, es una admisión  que no está solo en lo paupérrimo de la insólita situación que está viviendo; siempre recuerde, el pato Lucas lo está acompañando sea cualquiera la ruta que este recorriendo.

En tercer lugar están las heridas infringidas en el combate que le toco librar sin sanar y ellas se abren cada vez que el recuerdo amargo de disputas pasadas viene a la memoria, por lo cual se tiene que echar bálsamo sobre ellas para suavizarlas y gran cantidad de antisépticos para que sanen desde el fondo y evitar que solo cicatricen externamente conservando toda la putrefacción interna, en términos coloquiales esa forma de sanidad se llama incordio, porque por fuera se ve sana, pero si llega sufrir por leve que sea un golpe el dolor es insoportable, por dentro esta la carne corrompida y llena de pus y un tejido en esas condiciones produce horrorosos dolores al menor contacto que se tenga con él.

La otra situación que atenta contra la restauración es la falsa idea que es imposible superar el trauma causado y tomando la vía del pesimismo, lo convertimos en despiadado fatalismo,  llegando a la nefasta conclusión de que nacimos para ser perdedores y nos agarramos del adagio popular que “algunos nacen con estrella y otros estrellados,” así allanamos el sendero a todo lo negativo y damos voces de llamado a que nos acompañe la miseria y la infelicidad.

También surge como un poderoso gigante, el denigrante pensamiento de que no vale la pena hacer frente a las contingencias presentes y nos ácimos de otro refrán popular “hay que dejarle eso al tiempo, porque el cura todas las heridas”, creo que eso es posible si se llega sufrir alzheimer o la deplorable situación de demencia senil o cualquiera enfermedad que anule la capacidad de recordar o rompa el equilibrio mental, pero mientras el cerebro funcione y haya neuronas, el tiempo no va ser nuestro mejor aliado para sanar heridas del alma y del espíritu. No hay peor manera de enfrentar una enfermedad que declarar que nos ha vencido y entregarnos a su capricho sin pelear contra ella. Dejar que las cosas continúen su marcha y esperar que el azar sea quien decida por nosotros, es renunciar a ser persona o individuos con capacidad sobrada de cambiar el rumbo de los acontecimientos. No podemos ser vencidos por los vaivenes caprichosos de las circunstancias, sino vencedores en todas las que se presente, no fuiste creado para ser derrotado sino para ser más que vencedor.

Hasta aquí hemos hablado de lo que atenta contra la restauración, en el próximo post, lo haremos de lo positivo y de los mecanismos para conseguirla.

Por el pastor: Fernando Zuleta V.